03/May/2024
Editoriales

Alfredo Gracia Vicente, una vida de entrega

Al recibir la Medalla al Mérito Cívico “Diego de Montemayor” que otorga el Ayuntamiento de Monterrey, don Alfredo Gracia Vicente hizo un reconocimiento a su tierra natal y a las ciudades que le abrieron sus puertas en su tránsito por la vida, entre ellas Monterrey:

 

“Mis cuatro amores territoriales: Castel de Cabra, el pueblo serrano y aragonés donde nací; Barcelona, perla del mar latino, donde aprendí a vivir; Tampico, mi primer hogar en México; Monterrey, mi definitiva morada, gallarda ciudad, hija de su misma fuerza, con el aliento de sus nobles montañas.

 

“Monterrey es una urbe que cuenta los siglos con los dedos de una mano y ve que le sobra un dedo: ni reliquia antigua ni deslumbrante novedad: siempre joven y nueva porque vive en actitud de continua creación y regeneración. A quienes no hemos nacido en estos pagos, Monterrey no nos contrata ni nos compra: nos adopta como hijos y a la hora oportuna nos pone a trabajar. Y nos premia por lo que hacemos, con largueza sin par. Lleva la cuenta de nuestros días y trabajos y corresponde a ellos, siempre con creces”.

 

Esto sucedió el 20 de septiembre de 1992. Ya antes, el 15 de octubre de 1986, el Gobierno del Estado le había entregado la Presea Estado de Nuevo León, la más alta distinción que otorga el Estado.

 

En el 2010 –el viernes 6 de agosto-- se cumplieron 100 años del natalicio de don Alfredo. Ahora se cumplen 108 años y con este motivo, la Escuela de Verano de la UANL le rindió merecido homenaje.

 

Desde sus orígenes. Monterrey ha recibido a numerosos españoles. Algunos de ellos se enamoraron de esta tierra. Trabajaron por ella y se quedaron para siempre. En Monterrey vivirán por siempre y se les recordará con cariño y gratitud.

 

En las últimas décadas. Monterrey ha sido la casa de españoles como Pedro Garfias, quien pasó aquí varios años de su vida y aquí murió. Tenía amigos en Torreón, en Puebla y en México. Pero le gustó Monterrey. En esta ciudad trabajó en la Universidad de Nuevo León. Invitado por Raúl Rangel Frías.

 

Garfias dejó de existir el 9 de agosto de 1967, a las 8 de la noche. El cuarto del Hospital estaba abierto y ahí estaban junto a él Alfredo Gracia Vicente y Eugenio Armendáriz, en compañía de sus esposas. Don Alfredo acostumbraba relatar así el momento final: “Murió con toda discreción. No hubo escándalo. Llego un enfermero que le cerró los ojos. Así concluyó la vida de este gran poeta.

 

El sábado. 23 de marzo de 1996. Don Alfredo Gracia Vicente falleció. Su muerte, como la de Garfias, fue tranquila. Sin escándalo. Sin molestar a nadie. Murió mientras dormía. Así concluyó la vida de este gran promotor cultural que había nacido en Castel de Cabra. Provincia de Teruel. España. El 6 de agosto de 1910.

 

Su vida en pocas palabras se puede resumir así: Nació el 6 de agosto de 1910 en la villa de Castel de Cabra, provincia de Teruel, España. Fueron sus padres, Francisco Gracia y Rosa Vicente.

 

En su villa natal hizo estudios básicos. A los 10 años cambió su residencia a Barcelona y en la Capital Cataluña estudió su carrera de maestro. Ejerció el magistrado en Cataluña y Tenerife.

 

Durante la Guerra Civil luchó por la República y al terminar la contienda emigró a México en 1939. En noviembre de 1939 llega a México en calidad de asilado político. En 1940 recibe su carta de naturalización (carta 1459. Día 15 de octubre de 1940) mexicana.

 

Reside brevemente en la ciudad de México y luego, algo más de ocho años en Tampico, Tamaulipas; y desde 1948 en Monterrey, Nuevo León. En Tampico fundó, con otros maestros españoles, el Instituto Escuela Cervantes, institución en que ejerció la docencia en diversos grados.

 

En Tampico comenzó su otra profesión, la de librero, en la librería Cosmos, de don Justo Elorduy. En 1948 se establece en Monterrey, Nuevo León. Durante veinticinco años habrá de dirigir la librería Cosmos que él mismo fundó al lado del señor Elorduy. En 1954 fundó la Galería Cosmos al servicio de los estudiantes universitarios de artes plásticas. A partir de 1950 y hasta el momento de su muerte, participó activamente en las áreas de literatura, arte y educación, en la ciudad de Monterrey.

 

Monterrey fue escenario de sus innumerables conferencias sobre arte y literatura en universidades, centros sociales, escuelas técnicas, etc. Al mismo tiempo, publicó artículos y pequeños ensayos en periódicos y revistas. En varias ocasiones viajó a España para participar como representante de México en Congresos de editores y libreros.

 

Desde que llegó de su natal España, en 1939, don Alfredo Gracia Vicente sintió --y así lo demostró siempre-- un gran cariño por nuestra tierra y por su gente. Al año siguiente ya se había nacionalizado mexicano y Monterrey ganaba a un gran impulsor de la cultura. Promotor de las letras y las artes plásticas, este gran señor generosamente obsequió siempre una palabra de aliento para quienes tuvimos el privilegio de conocerlo.

 

La institución cultural “Poesía en el Mundo” le publicó cuadernos sobre Ángela Figuera, Pedro Garfias, Juan Rejano, etc. En 1985 y 1986, la Preparatoria Número Uno de la UANL le editó varios cuadernos con el título De arte y de letras; el gobierno del Estado también publicó su libro Tres poetas. De 1973 a 1980 dirigió Artes y Libros (galería y librería)

 

El 15 de octubre de 1986 recibió la Presea Estado de Nuevo León al mérito cívico en el área de literatura y el 20 de septiembre de 1992, el R. Ayuntamiento de la ciudad de Monterrey le otorgó la Medalla al Mérito Cívico “Diego de Montemayor”.

 

En los últimos años de su vida. Don Alfredo acostumbraba recomendar a los jóvenes: “Nada con medida. Todo con exceso”. Con esto se refería a que hay que entregarse a la vida por completo. A los sueños. A lo que uno quiere. Y él siempre cumplió.

 

Diversos reconocimientos recibió en vida el maestro Gracia. En 1992 dirigió la Escuela Municipal de Verano. Fue miembro del Consejo Cultural de Monterrey. La UANL realizó varios homenajes en su honor. Entre ellos la publicación de un libro con apuntes de Don Alfredo.

 

Entre sus obras figuran: De arte y letras I y II (1985-1986), Tres poetas (1986), Del jardín de don Alfonso (1989), Arte y estética a través del tiempo (1993), Apuntes de estética y arte, tomos I y II (por muchos años libro de texto en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UANL), De viva voz (1996), entre otras, y adaptaciones de obras de teatro del Siglo de Oro español, prólogos de innumerables libros, textos de catálogos de plástica, artículos periodísticos y conferencias dan cuenta no sólo del saber, sino del hacer de don Alfredo.

 

En el año 2009, al cumplir 30 años la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la UANL, fue develado un busto en su honor. Por varios años un concurso de poesía joven llevó su nombre, lo mismo que una biblioteca con sede en la Casa de la Cultura de Nuevo León. Su persona está ligada a la memoria cultural de Monterrey. Pero sin duda el mejor reconocimiento que puede recibir es mantener vivo su recuerdo continuando con las causas que él siempre apoyó. Don Alfredo falleció el 23 de marzo de 1996, a los 85 años de edad.

 

En el año 2010 en que se celebró el centenario del natalicio de don Alfredo, la UANL entregó a la comunidad dos libros magníficamente editados por la Dirección de Publicaciones. Uno de ellos es la reedición “Del Jardín de Don Alfonso”, una magnífica selección de textos de Alfonso Reyes hecha por Alfredo Gracia Vicente.

 

Fueron muchos los temas que abordó don Alfredo y siempre lo hizo con un gran manejo del lenguaje, como este texto sobre la muerte: “La conciencia de la muerte es lo primero que nos distingue de los demás seres vivos. Sabemos que hemos de morir y ése es el más tremendo saber. Sabemos que la muerte existe, pero no la conocemos. Nadie tiene experiencia propia de la muerte. Piadosamente se nos ha negado el conocimiento de nuestro fin. Para morir basta un ruidillo el de otro corazón al callarse”.

 

Para concluir, hemos de entregar a los lectores otro breve texto suyo, que lleva por título “Piedra del Tiempo”:¡Piedra del tiempo! Te veo, me asombro y no te escucho. Eres el gran silencio del mundo. Tu voz es tu presencia multisecular y sin límites. En ti se mira y se mide la especie de los hombres; en ti saciamos nuestra sed de tiempo. Tú, que has visto nacer a todos los que fueron y somos, ayúdanos a vivir en paz, tolerancia y amor”.