04/May/2024
Editoriales

Las promesas de campaña

Cuando un día del año 1521 el extremeño Hernán Cortés libró la batalla final que remató al imperio azteca –que gobernaba a millones de personas-, llegó a las puertas de Tenochtitlan con sólo medio millar de españoles. No se trataba de un moderno rey Leónidas que en la batalla de Termópilas enfrentó al poderoso ejército persa del rey Jerjes con solo 300 soldados. No. Los españoles ya habían contagiado a los indígenas la viruela, el sarampión, la gripe y otras plagas que causaron millones de muertes, en lo que se podría llamar la primera guerra bacteriológica de la historia. Además, Cortés lideraba a cualquier cantidad de indios de Tlaxcala, Cempoala, Amecameca, Chalco, Mixquic, Chimalhualcan, Tlamanalco, y otros pueblos que odiaban a los aztecas porque los explotaban y bañaban con su sangre las escalinatas del Templo Mayor. Esos miles de indios se sumaron con gusto al asalto y destrucción de la Capital del aborrecido Imperio que les oprimía. 

  Eran poderosos guerreros que habían sido ‘enamorados’ por Hernán Cortés con promesas. Les bajó el cielo y las estrellas en forma de libertades y riquezas que tendrían ya sin el yugo azteca, claro, si le ayudaban a ganar la batalla, y ellos lo creyeron.

 

 Estas tribus guerreras sufrieron en carne propia el primer fraude cometido en América, pues hasta después se dieron cuenta que Cortés andaba en campaña, prometiendo cosas que nunca pensó cumplir… como nos ha sucedido a nosotros con los candidatos que echan la casa por la ventana en publicidad de sus promesas falsas.