25/Apr/2024
Editoriales

Para un cura… un sacristán

Había una muchacha muy bonita que iba a misa. Un día el padre le preguntó dónde vivía, y si tenía familia. La muchacha le contestó que sus padres habían muerto y que vivía con su hermano. El padre le preguntó en qué trabajaba su hermano y le dijo que hacía chambitas que le salían aquí y allá.

_¿Y no le gustaría un trabajo fijo?

_Creo que sí, contestó la chica

_Pues dile que venga a verme.

La muchacha le dijo a su hermano que el cura quería hablar con él, y fue a verlo.

_¿Eres el hermano de fulanita?

_Sí, padre.

_Bueno, pues ya tienes trabajo. Te vas a quedar como sacristán ¿cómo la ves?

_Muy bien, padre.

El joven se convirtió en sacristán y a los tres días el padre salió en la noche. El muchacho, que no era tonto, estaba al pendiente de todo y se hizo el dormido mientras el padre se vestía para salir. Incluso empezó a roncar y el padre se fue directo a la casa de la hermana.

El muchacho aprovechando la ausencia del padre esculcó en la sacristía el dinero que estaba escondido. Lo encontró oculto, lo agarró, lo escondió en otro lugar y se regresó a dormir.

El padre regresó en dos horas y se durmió también.

Al día siguiente el padre fue a contar el dinero y vio que ya no estaba.

“Me robaron, pensó. Fue el muchacho ¿quién más? si acá no entra nadie.

_Oye muchacho, ya tienes cuatro días acá, es hora de que me confieses todos tus pecados.

_Sí, padre.

En el confesionario el padre lo interroga: ¿Has hecho tal pecado?.

_No, padre.

_Has hecho este otro?

_Tampoco, padre.

Y así siguieron hasta que se la soltó: ¿has robado?. El muchacho no contestó nada.

_Hijo, te estoy preguntando si has robado. Y el muchacho seguía callado.

_¡Hijo, contesta! ¿Has robado?. El muchacho no abrió la boca, pero después de un momento dijo:

_Padre, acá no se oye.

¿Cómo que no se oye?

No se oye, si no me cree, cambiemos los lugares y le voy a hablar a ver si me escucha.

Cambiaron de lugar, y el muchacho le preguntó:

_ Oiga padre ¿a dónde fue anoche? Yo vi que salió, pero no sé a dónde.

El padre quedó callado, pero luego le dijo:

_Tienes razón, hijo, acá no se oye nada.

Comprendió que el muchacho era más listo que el demonio, renunció a pedirle que le devolviera el dinero y ya no volvió a salir de noche.

 

 

Cuento Maya-Quintana Roo