Había una muchacha muy bonita que iba a misa. Un día el padre le preguntó dónde vivía, y si tenía familia. La muchacha le contestó que sus padres habían muerto y que vivía con su hermano. El padre le preguntó en qué trabajaba su hermano y le dijo que hacía chambitas que le salían aquí y allá.
_¿Y no le gustaría un trabajo fijo?
_Creo que sí, contestó la chica
_Pues dile que venga a verme.
La muchacha le dijo a su hermano que el cura quería hablar con él, y fue a verlo.
_¿Eres el hermano de fulanita?
_Sí, padre.
_Bueno, pues ya tienes trabajo. Te vas a quedar como sacristán ¿cómo la ves?
_Muy bien, padre.
El joven se convirtió en sacristán y a los tres días el padre salió en la noche. El muchacho, que no era tonto, estaba al pendiente de todo y se hizo el dormido mientras el padre se vestía para salir. Incluso empezó a roncar y el padre se fue directo a la casa de la hermana.
El muchacho aprovechando la ausencia del padre esculcó en la sacristía el dinero que estaba escondido. Lo encontró oculto, lo agarró, lo escondió en otro lugar y se regresó a dormir.
El padre regresó en dos horas y se durmió también.
Al día siguiente el padre fue a contar el dinero y vio que ya no estaba.
“Me robaron, pensó. Fue el muchacho ¿quién más? si acá no entra nadie.
_Oye muchacho, ya tienes cuatro días acá, es hora de que me confieses todos tus pecados.
_Sí, padre.
En el confesionario el padre lo interroga: ¿Has hecho tal pecado?.
_No, padre.
_Has hecho este otro?
_Tampoco, padre.
Y así siguieron hasta que se la soltó: ¿has robado?. El muchacho no contestó nada.
_Hijo, te estoy preguntando si has robado. Y el muchacho seguía callado.
_¡Hijo, contesta! ¿Has robado?. El muchacho no abrió la boca, pero después de un momento dijo:
_Padre, acá no se oye.
¿Cómo que no se oye?
No se oye, si no me cree, cambiemos los lugares y le voy a hablar a ver si me escucha.
Cambiaron de lugar, y el muchacho le preguntó:
_ Oiga padre ¿a dónde fue anoche? Yo vi que salió, pero no sé a dónde.
El padre quedó callado, pero luego le dijo:
_Tienes razón, hijo, acá no se oye nada.
Comprendió que el muchacho era más listo que el demonio, renunció a pedirle que le devolviera el dinero y ya no volvió a salir de noche.
Cuento Maya-Quintana Roo