29/Apr/2024
Editoriales

Un tapatío y un regiomontano contra Santa Anna

Releí la novela histórica ‘Valentín Gómez Farías, la Reforma Liberal y el Cólera’ escrita por mi amigo Hernando Castillo Guerra, quien fuera el mejor amigo del entrañado cronista de Monterrey, Don Israel Cavazos Garza.

 Siempre es agradable volver a leer los textos que nos gustan, pues se le encuentran nuevos enfoques. Ahora me resultó imposible no vincular al médico tapatío Gómez Farías, con el reynero pasante de medicina Manuel María de Llano, ambos distinguidos liberales del decimonono mexicano. 

 A estos dos héroes los unió en amistad Antonio López de Santa Anna, aplicando la sentencia de que el enemigo de mi enemigo es mi amigo, a pesar de que entrambos galenos había dieciocho años de diferencia: Valentín nació en 1781 y Manuel María en 1799.

 Gómez Farías fue presidente de México en cinco ocasiones, mientras De Llano fue cuatro veces gobernador de Nuevo León, y cinco veces alcalde de Monterrey.

 Después de que Valentín fue regidor del ayuntamiento de Aguascalientes y Manuel María fue alcalde de Monterrey, en el año de 1826 coincidieron en el Congreso federal, el primero como senador por Jalisco y el segundo como diputado federal por Nuevo León.  

 Imagino que ahí fue en donde hicieron ‘click’ estos señorones, pues en 1834 que Gómez Farías estaba en la presidencia sustituyendo a Santa Anna, además de pelear con el Clero por sus convicciones ideológicas, encarceló a Stephen Austin, quien ya daba señales de insubordinación con miras a separar la provincia de Texas de México, despertando en Manuel María una fuerte admiración por Valentín.

 En 1833 De Llano había quedado de gobernador sustituyendo a Gómez de Castro, y como el sistema electoral era por votación de los estados, Nuevo León votó por Santa Anna, porque Gómez Farías iba de vicepresidente, y tal como calculaba De Llano, Santa Anna no se presentó a rendir protesta, así que Gómez Farías llegó a la presidencia de México.

 Así fue como los dos médicos -el tapatío y el neolonés- hicieron el Uno – Dos en sus respectivas esferas de gobierno en el marco liberal.

 Gómez Farías inició el 6 de mayo de 1833 -24 horas antes de que se aprobara en Nuevo León el reglamento de Manuel María- las famosas reformas religiosas que eran tan duras que, el secretario general de gobierno, Pedro del Valle, renunció- quedando en su lugar Ancelmo Marichalar.

 Y a nivel nacional comenzó la revolución conocida como ‘Religión y Fueros’, que llevó el 6 de junio a que Mariano Arista declarara dictador al conservador Santa Anna, fortaleciéndolo para que terminara regresando a la presidencia de la República.

 Pero en Nuevo León, De Llano continuó con su reforma sobre los aranceles religiosos, para bautismos, casamientos y entierros, lo que le enfrentaba abiertamente con el Clero, pero también con el dictador Antonio López de Santa Anna.

 Así se mantuvieron ambos políticos liberales, fieles a su ideología, luchando en contra de quien terminaría haciéndole un grave daño patrimonial y social a México.

 Gómez Farías y Manuel María De Llano históricamente representan el liberalismo, término que de suyo, suena a libertad. Y efectivamente ser liberal es ser libre, pues la naturaleza del hombre es desarrollar su espíritu, y nadie podría imaginar un desarrollo espiritual o intelectual sin la preciosa y natural libertad.

 El devenir histórico del siglo XIX fue tremendo para México con dos invasiones de sendas potencias extranjeras, luchas intestinas con cuartelazos, golpes de estado a granel, y dos dictaduras, una a la mitad y otra al término del siglo, pero también dio pie a que crecieran las grandes figuras atemporales de Benito Juárez, Valentín Gómez Farías y Manuel María de Llano, entre otros.

 Lo dicho, Hernando Castillo escribió una buena novela histórica, en forma de diálogo entre un abuelo y su nieto, que vale leerla dos veces.