19/Apr/2024
Editoriales

Piporro, de Los Herreras para el mundo

Quienes piensan que Eulalio González “El Piporro” sólo fue un actor cómico, están equivocados. Fue, además, escritor, cantante, compositor, director. Obtuvo en dos ocasiones el Ariel por su actuación en “Píntame Angelitos Blancos” y en “Espaldas Mojadas”. Como si eso fuera poco, después le fue concedida la Diosa de Plata. Aunado a todo lo anterior, fue un gran amigo.

 

Nació en Los Herreras, Nuevo León, el 16 de diciembre de 1921 y murió tranquilamente mientras dormía en su casa de Garza García, Nuevo León, el primero de septiembre del 2003.

 

Al recordarlo, vienen a la mente los gratos momentos que compartimos.

 

La primera vez que lo vimos fue en Los Herreras, en la década de los 50. Eran los tiempos de su película “Martín Corona”, filmada al lado del popular ídolo Pedro Infante, quien lo apadrinó en los inicios de su carrera, esa carrera que él se encargó de continuar por méritos propios hasta filmar 69 películas, 11 de ellas con argumento suyo.

 

A lo largo de medio siglo compartimos su buen humor y en los últimos tiempos también su amistad. Gracias a su invitación, lo acompañamos en sus cumpleaños al lado de sus familiares y amigos y en los diversos homenajes que se le rindieron en la ciudad de México, en la Gran Plaza y en el Palacio de Gobierno en Monterrey, en Guadalupe, en Saltillo, en Nuevo Laredo, Matamoros y por supuesto en la plaza principal de su natal Los Herreras, donde ahora existe un monumento a su memoria, obra de nuestro amigo el escultor Cuauhtémoc Zamudio.

 

AMOR POR LA

TIERRA NATAL

 

El gran amor que sentía por su tierra natal lo hizo volver una y otra vez al terruño hasta el final de su existencia. Jamás se olvidó de los suyos. Jamás los negó. Por el contrario, se sentía orgulloso de sus raíces. Afirmaba que Los Herreras era la antigua Capital de Grecia y que su nombre, Eulalio, provenía del griego. Y decía que había nacido el mismo día que nació Beethoven, aunque unos años después.

 

Ese amor por su pueblo se extendió luego a lo ancho de toda la frontera. Por eso cuando se habla de un personaje de la frontera, se hace referencia a Lalo. Nadie como él le cantó a esta parte de México. Quien no recuerda aquella canción que lleva por título “Chulas fronteras”, en la que canta a cada una de las ciudades fronterizas: de Tijuana a Ciudad Juárez, de Ciudad Juárez-Laredo, de Laredo a Matamoros, sin olvidar a Reynosa. ¡Ah que cosa tan hermosa!

 

Cuando observamos en conjunto la existencia de Lalo González lo vemos como un hombre triunfador Piporro fue un verdadero ídolo. Hasta María Félix aceptó actuar a su lado, como ya antes lo habían hecho otras estrellas, entre ellas los Soler (Fernando, Domingo Andrés y Julián), Pedro Armendáriz, Luis Aguilar, David Reynoso y muchos otros más. Con sus películas y sus canciones, con esa gran creatividad que siempre lo caracterizó, Piporro logró convertirse en uno de los inmortales del cine nacional.

 

REALIDAD

Y FICCION

 

Entre la ficción y la realidad, Lalo creó figuras que hoy han cobrado forma. Sus corridos están basados en personajes reales y ficticios. Y para sorpresa suya, después se dio cuenta de que los ficticios existen en la vida real. Y él era el más sorprendido, cuando se encontraba a algunos de ellos, como don Baldomero y otros más, en Mexicali, o en Ciudad Juárez, en Laredo o Matamoros, sin olvidar a Reynosa.

 

Lalo acuñó frases llenas de sabiduría, como éstas que les voy a referir. Por ejemplo, cuando habla de la búsqueda, "El Piporro" afirma: “Cuando le buscas y le buscas lo encuentras, aunque sea ajeno”.            Si de sospechas se trata, nos dice: "Una cosa son las sospechas sospechosas y otra las sospechas aclaradas”.

 

Sin ser médico y sin necesidad de análisis, estudios o radiografías, nos ofreció este diagnóstico: "Nomás al ver al enfermo, se ve que está enfermo".

 

Y qué me dicen de este consejo: Nunca hay que pelearse en la calle, porque es feo, muy feo, y sobre todo si pierde uno".

 

O este otro: Vale más que llores de adentro pa’ fuera, porque si lloras de afuera pa’ dentro, te inundas".

 

En materia de definiciones, era bastante preciso a su manera. Por ejemplo, veamos como describía al caballo: “animal equino, forrado de cuero, terminado en hueso, vulgo pezuñas”.

 

Era certero en sus mensajes. Yo creo que hubiera hecho un buen papel como político, utilizando frases como esta que utilizó en una de sus películas: "Para que la gente en vez de restar, sume oportunidades frente a la vida".

 

Cuando veía la situación difícil, Piporro recurría a las comparaciones. Entonces decía: “Eso es como cazar osos en el centro de la ciudad”.

 

Lo cierto es que Lalo González “Piporro” es norteño y mexicano de la cabeza a los pies y así lo reconoce cuando canta "No hay tierra que sea más linda que mi tierra mexicana".  Y así como él se sintió orgulloso de su tierra y de su gente, nosotros debemos de estar orgullosos de Lalo González “Piporro”, gente sencilla del norte.

 

Hace unos días, montamos guardia ante su monumento en la Plaza Principal de Los Herreras, algunos de mis primos Salinas, entre ellos Luis Alfonso Garza Salinas, Francisco Salinas García, Gumaro Salinas Salinas y Luis Barrera Salinas. Y por supuesto, el que esto escribe. Ese día andábamos de suerte, nos encontramos al Arzobispo Monseñor Don Rogelio Cabrera y al joven Alcalde Luis Tijerina. Y por supuesto a la noble gente de mi pueblo.

 

PIPORRO Y “CATÖN”

Una anécdota del Piporro, es aquella que contaba refiriéndose a Armando Fuentes Aguirre “Catón”:

“Armando Fuentes Aguirre “Catón”, escritor de una extraordinaria capacidad creativa. Editorialista, poeta y almacenador en su mente del más amplio archivo de cuentos de todos colores, donde ha dado vida a “Don Algón”, “Don Astasio”, “Babalucas”, a la señorita ‘quedada’ “Camafría”, a “Pirulina” y a tantos personajes que, desde sus columnas, son compañía familiar de sus “cuatro lectores” -como lo pregona- y que en realidad somos legiones los que a diario buscamos sus colaboraciones periodísticas editadas en infinidad de publicaciones; considerando, al verlas en un espacio y en otros, que se trata de un hombre que se pasa todas las horas del día y de la noche frente a su dactilográfica (o séase: maquinilla de escribir, Word Processor o ya en el último de los adelantos: ‘compiurer’). Y me quedé ‘de a seis’ cuando me confesó que sus columnas las hace muy temprano en la mañana, sin tardarse en redactarlas más de tres horas. Un gaucho veloz cualquiera.

Un día llegó algún amigo a visitarlo a su casa de Saltillo…

 -¿Está tu papá?

-Sí.

-¿No está ocupado?

-No, nomás está escribiendo. Pásele.

¡Por eso dicen que escribir es cosa de ociosos! ¡Vaya pues!