Editoriales

0ctubre 15 de 1846: en el puerto de Alvarado, Veracruz, los buques norteamericanos, que asediaban la zona, se repliegan por la respuesta defensiva mexicana

0ctubre 15 de 1846: en el puerto de Alvarado, Veracruz, los buques norteamericanos Cumberland, Mississipi, Vixen, Reefer, Bonita, McLane, Petrel, Forward y Nonata, que asediaban la zona, se repliegan por la respuesta defensiva mexicana, y por el mal tiempo, en el marco de la invasión norteamericana a nuestro país. La infame guerra estaba en marcha.

El 24 de septiembre anterior la ciudad de Monterrey se había rendido a los estadounidenses, y el 6 de octubre el comandante norteamericano Du Pont se había apoderado de las naves mexicanas Libertad y Fortuna, la goleta Rosita, y las balandras Chapita y Alerta, en las costas del pacífico. Por cierto, este Dupont exigía la rendición del puerto de Guaymas y la entrega de las goletas Anáhuac y Sonorense, encontrándose con una tajante respuesta negativa del coronel Antonio Campuzano. Al no poder tomar por la fuerza el puerto de Guaymas, Dupont bombardea la ciudad destruyendo las dos naves mencionadas y además el barco mercante Cóndor. Así que ante estos dos fracasos de penetración a nuestro territorio (en Alvarado y en Guaymas), el ejército norteamericano tiene qué aplicarse al máximo, y el comodoro Edmund Conner, envió una flota de barcos de guerra encabezada por el buque Mississipi para ingresar por Tabasco.

Llegaron a las costas de Tabasco el 23 de octubre de 1846 y tomaron el puerto de Frontera, que estaba a propósito sin guarnición, para, el 25 de octubre enfilar sobre la capital San Juan Bautista y allí es donde el general y gobernador de Tabasco Juan Bautista Traconis le propina tremenda derrota al comodoro Matthew C. Perry, terminando la tarde del día 26 de octubre con la retirada del ejército norteamericano. Ciertamente la guerra de invasión norteamericana fue una desigual, pero también hubo algunas –escasas- victorias de nuestro ejército en donde las poblaciones resistieron los crueles bombardeos y apoyaron como pudieron a los soldados nacionales.

Sin embargo, como el resultado final fue el derrote y la consecuente pérdida de los territorios nórdicos, hemos olvidado honrar a quienes lucharon denodadamente contra las tropas invasoras bien armadas y entrenadas, que traían tras de sí, la fuerza de una nación unida y decidida a triunfar. Desafortunadamente, en nuestro México había fuertes divisiones y una lucha despiadada entre los políticos y militares mexicanos que buscaban el poder sin reflexionar que al estar desunidos en un momento tan delicado, estábamos perdiendo lo más valioso de nuestras riquezas naturales: la gente y los territorios del norte.