Editoriales

Las autopistas de la antigua Roma

Nuestros caminos pavimentados de principios de los años cincuenta eran precarios. Tengo el vívido recuerdo de mi padre conduciendo el auto familiar acompañado de un niño para no aburrirse, pues ni las estaciones de radio se escuchaban bien. Ese niño se llamaba como yo, y veía que la carpeta asfáltica era muy estrecha, sobre todo cuando venía algún camión.

No había lo que después supe que se llaman acotamientos, ni gasolineras en medio de los trayectos, mucho menos áreas de descanso. Ahora el país está lleno de autopistas –aunque de paga- que tienen lo mencionado, y luego dicen que no hemos avanzado. Bien, el tema es que las áreas de descanso nacieron en el Imperio Romano, pues las calzadas romanas cubrían desde la ciudad de Roma todas las provincias del Imperio, incluyendo Britania. La Vía Appia fue una de las más importantes calzadas romanas que unía la capital con Brindisi, el puerto comercial más importante con el Mediterrráneo oriental y Oriente Medio. Se construyó en 312 adC, por el censor Apio Claudio Caeco, por eso se llamaba así esa rúa.

De 540 kilómetros de largo, su anchura permitía el paso de dos carros en sentido contrario, y era flanqueada en ambos lados por aceras (crepidines) en donde se ubicaban las inscripciones en piedra indicando la distancia a Roma, de ahí que: “todos los caminos conducen a Roma”. Ya tenían el llamado bombeo, que es una inclinación del centro a los lados para desaguar y a lo largo del camino estaban los sepulcros y tumbas y monumentos funerarios, pues la ley prohibía los enterramientos dentro de la ciudad.

Esta vía es la primera autopista de la historia porque tenía las mutationis, establecimientos que cubrían las necesidades del transporte con cuadras, caballos de refresco, forraje, repuestos para los carros y veterinarios para los animales del tiro. Había una mutationis cada 15 millas romanas (unos 22 kilómetros) a lo largo de las calzadas. Para las necesidades del viajero, cada tres mutationis había una mansio donde se podía pasar la noche con comida, baño y descanso. Han pasado 2 mil 330 años desde que las autopistas romanas daban servicio, y la humanidad no lo ha podido mejorar, pues ni la seguridad para los viajeros se puede garantizar en muchos países.