Editoriales

La electricidad

Recientemente hubo una falla en el suministro de electricidad que nos evidenció lo dependientes que somos de esa energía, que nos permite no sólo iluminarnos sino movernos y disfrutar de las comodidades que ya no apreciamos por habernos acostumbrado a su existencia. Son tantas las cosas que hacemos apoyados en la electricidad que cuando nos falta nos sentimos inútiles. Hay personas que cometen el garrafal error de decir que la electricidad fue inventada por Benjamín Franklin y hasta relatan el experimento del cometa y el rayo en medio de una tormenta, del cual nació el pararrayos.

La electricidad es un fenómeno natural que el hombre ha aprovechado para su beneficio; sólo la descubrió y lo que inventó es la forma de generarla.

Porque desde el año 600 adC., el filósofo griego Tales de Mileto observó que, al frotar el ámbar con una piel de animal o algún paño, se podía atraer objetos livianos.

Después se utilizaba el ámbar para quitar las hojas o hierba seca pegada a la ropa, y de aquel ámbar (en griego elektron) tenemos la electricidad.

Es claro que no podían explicar aún el fenómeno, pero le daban uso práctico a las descargas eléctricas generadas por algunos animales como el pez eléctrico del Nilo y el pez raya para “atontar” a las piezas de caza marina. Plinio escribió que los peces eléctricos se utilizaban con fines medicinales para aliviar el dolor de cabeza y hasta la gota.

Escribonio Largo, famoso médico del siglo I que servía al emperador Claudio recetaba para eliminar el dolor de cabeza (migraña) un torpedo negro (raya) vivo colocado en el lugar donde estaba el dolor hasta que cesara. También usaba la electricidad animal para curar la gota, metiendo los pies en aguas poco profundas entre torpedos negros hasta que el pie se adormeciera. También recomendaba este tratamiento de descargas eléctricas de animales para la artritis y hasta la epilepsia.

Actualmente se utilizan los impulsos eléctricos para estimular el nervio trigémino, que controla la sensibilidad del rostro y del cerebro, para atacar las horribles migrañas. Pero el uso médico es mínimo cuando lo comparamos con tantos inventos que se abastecen de energía eléctrica, al grado que sin “la luz” nos sentimos incomunicados, acalorados, hambrientos, y cansados.