04/May/2024
Editoriales

Las amistades en la política

En aquellos años se acostumbraba relacionarse por carta. Era común entre las parejas y entre personas del mismo sexo escribirse, pues en el siglo XIX las distancias eran difíciles de vencer porque los medios de transporte eran lentos y la comunicación, por interpósita persona, o por la vía epistolar.

 Tal era el caso de Ignacio Comonfort y Santiago Vidaurri, dos políticos de bandos contrarios, que inexplicablemente se hicieron amigos.

 Comonfort fue el heredero de Juan Álvarez en la Presidencia de la República, y le entregó el poder a Benito Juárez. Fue también gobernador de Tamaulipas y de Jalisco, es decir, el señor era un político importante.

 El otro, Vidaurri, era el líder más importante del norte de México, gobernador de Nuevo León y Coahuila, además un aspiracionista natural, pues quería modificar la Constitución para que la fusión de los dos estados norteños quedara establecida ‘forever’, y luchó contra todo lo que representaba Comonfort.

 El 6 de septiembre de 1855 Vidaurri le escribió a Comonfort aconsejándole que en vez de marchar sobre la Ciudad de México, lo hiciera contra San Luis Potosí, pues el general Antonio de Haro y Tamariz, que estaba posesionado de esa entidad, no había secundado el Plan de Ayutla, y era amigo de Santa Anna.

 El mismo caso era el del general Adrián Woll que estaba posesionado de Matamoros, y si Comonfort se iba hasta México, tendría a Haro y a Woll encima, así que antes debía eliminar mínimamente a Haro.

 Comonfort le agradeció la sugerencia, pero le informó que debía ir a México a apoyar al presidente Juan Álvarez, y aprovechó para invitarlo a que lo acompañara, y serviría para conocerse personalmente.

 Vidaurri le contestó que no, que no podía acompañarlo porque ‘la frontera tiene derecho a conservar su posición hasta ver asegurada su suerte’, lo que no satisfizo a Comonfort, quien buscando fortalecer su amistad con Vidaurri no le contestó como hubiera hecho en otras condiciones, y al contrario le volvió a invitar a México tan solo para convivir.

 Así se la pasaron entrambos ‘amigos’ hasta que Comonfort llegó a la Presidencia en lugar de su jefe Juan Álvarez y tuvo que enviar al general Juan José de la Garza, comandante militar de Tamaulipas, a que viniera a Monterrey para alinear a Vidaurri.

 De la Garza había vencido cerca de Cadereyta a Mariano Escobedo, pero el general Juan Zuazua, el general de generales, llegó a reforzarlo y derrotó a De la Garza.

 La amistad de Vidaurri y Comonfort pasaba por una extraña cercanía del lampacense con las hijas de Comonfort que vivían en Monterrey, algo que Ignacio le agradeció siempre.

 Qué irracionales somos los humanos; los enemigos oficiales pueden ser amigos personales, aún sin conocerse siquiera, y ayudarse lo más posible.

 Mientras que hay amigos de toda la vida, que se conocen y son del mismo partido político, pero que a la primera oportunidad se traicionan.