02/May/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

Abril 3 de 1864: Instala Benito Juárez su gobierno en Monterrey. El presidente de México arriba a la Ciudad luego de que el dos de abril había desfilado por sus calles el general Negrete al frente de las tropas federales. Las calles estaban adornadas con banderas tricolores y motivos nacionalistas, pues desde la semana anterior -el 29 de marzo- el gobernador Santiago Vidaurri había huido al frente de mil hombres armados rumbo a Texas, sabiendo que llegaría el ejército federal con el general Manuel Doblado custodiando al presidente Juárez, con quien había tenido discrepancias. Acompañaba a Vidaurri, Julián Quiroga, su más leal amigo y militar destacado. A su llegada, Juárez encontró una sociedad regiomontana ávida de conocerle pues su fama era grande y la salida de Vidaurri liberaba el ambiente por lo que don Benito fue reconocido como lo que era: el presidente de todos los mexicanos. Su estancia se prolongó hasta el 15 de agosto, así que tuvo tiempo de hacer vida familiar en nuestra ciudad.

El país estaba invadido por las tropas napoleónicas que vinieron a instalar en el poder a Maximiliano de Habsburgo quien encontró una oposición férrea en el gobierno de Juárez, algo no calculado por Napoleón ni por el grupo de conservadores que apoyaban a la monarquía encabezada por el príncipe europeo.  Juárez presidía un gobierno itinerante que había sido obligado a salir de la ciudad de México y cargaba con el archivo de valiosos documentos gubernamentales. "Para reorganizar la administración pública en Nuevo León, el supremo gobierno ha venido del Saltillo a Monterrey, donde se le ha recibido con positivo entusiasmo, esmerándose la población en las demostraciones de regocijo con que ha solemnizado la llegada del primer magistrado de la nación. Las autoridades y varios de los principales vecinos salieron a recibirlo a una legua de distancia de la ciudad... En el tránsito para palacio, de muchos balcones arrojaron las señoras flores y ramilletes. Los aplausos, los vivas, la alegría popular, demostraron la espontaneidad de la recepción. El ayuntamiento y el vecindario dieron al presidente y sus ministros, en el teatro del Progreso, un baile de obsequio, al que concurrieron todas las familias principales de la ciudad. En resumen, nada ha quedado por desear de cuanto pudiera apetecer el más exigente, como testimonio de la satisfacción causada a los habitantes de la capital de Nuevo León por la caída de su tirano", escribe José María Iglesias, ministro juarista en sus crónicas sobre la intervención francesa, bajo el título de “Revistas históricas”.

Juárez desde Monterrey gobernaba el país, instalado en las oficinas del gobierno estatal, ubicabado en las calles de Morelos y Escobedo, que se convirtieron de hecho en el Palacio Nacional, pues ahí despachaba el Señor Presidente. Juárez ejecutaba y dictaba órdenes para que los contingentes que luchaban por la soberanía nacional, contaran con los elementos necesarios para cumplir su patriótica misión. Se comunicaba frecuentemente con los generales Porfirio Díaz, González Ortega, Mariano Escobedo, Negrete, Treviño, Naranjo, y demás militares que se enfrentaban a las tropas francesas de ocupación. Como en abril ya hace calor, Juárez salía a pasear por las noches a la Plaza Zaragoza, acompañado de sus ministros. Con saco recto, chaleco, y pantalón negro, y a sus lados iban Guillermo Prieto, José María Iglesias, Sebastián Lerdo de Tejada. A Juárez le agradaba conversar con el doctor José Eleuterio González “Gonzalitos” por lo que representaba para los nuevoleoneses y por su sabia expresión verbal. Había entre sus acompañantes frecuentes otros neoleoneses, como los miembros del Cabildo de Monterrey: Manuel Z. Gómez, Vidal de la Garza Mireles, Pedro Elizondo, José María de la Garza, José de Jesús Benítez, Jesús María Benítez y Pinillos, Lázaro Garza Ayala, Juan C. Doria y otros. La familia Juárez de la Maza –doña Margarita, y sus hijas Manuela, Felícitas y María de Jesús- hicieron amistad con las hijas del general Ignacio Comonfort, Clara y Adela, que vivían en Monterrey, así como con distinguidas damas de la sociedad regiomontana. Guillermo Prieto sacó a la luz su periódico El Cura de Tamajón, donde publicaba en verso noticias y pensamientos de su creatividad poética. Gobernar el país desde tanta distancia de la ciudad de México representaba un fuerte problema, pero era impensable quedarse a ser derrotados por un ejército que tenía la fama del ser el mejor del mundo y apoyado por grupos de mexicanos inconscientes que se entregaban al invasor y hasta promovían su gobierno monárquico. Juárez terminó venciendo a Maximiliano, con el apoyo de muchos militares y gente del pueblo, y en forma destacada el general neoleonés Mariano Escobedo quien remató el 15 de mayo de 1867 al imperio acorralado y fusiló a su titular, tres años después de que Monterrey fue capital de la república por más de cuatro meses.