Editoriales

Un rico industrial era tan sensible y humano, que ordenó a su guardaespaldas: “retira de mi vista a ese pordiosero, no soporto ver el sufrimiento humano”

Un rico industrial era tan sensible y humano, que ordenó a su guardaespaldas: “retira de mi vista a ese pordiosero, no soporto ver el sufrimiento humano”