Editoriales

El encendedor

En el siglo XVI para encender un fuego ya se usaba la llave de chispa. Un trozo de pedernal prendía a una mecha muy combustible que hacía las veces de yesca, artilugio que se utilizó en conjunción con las armas de fuego. Estos mecheros disparaban las armas que se cargaban frontalmente, en sustitución del botafuego.

El concepto del encendedor viene desde antes de inventar la cerilla o cerillo. En 1780, el químico suizo Furstensberger construyó un estanco que generaba gas por la reacción del cinc con el ácido sulfúrico diluido. El gas subía por un grifo que al abrirse dejaba que el gas tuviera contacto con la chispa eléctrica generada por un condensador (electrófono) y la llama resultante encendía la mecha de una vela. Este invento quedó en el olvido porque nunca pudo comercializarse. Aún en el siglo XIX se encendía el fuego con el mismo sistema ancestral: friccionando con acero un pedernal se creaba una chispa que prendía la mecha. El cerillo es una mezcla de azufre y clorato de potasio que provoca mal olor y es peligroso. Luego vino el fuego instantáneo de Alessandro Volta que empleaba electricidad e hidrógeno.

El bávaro Johann W. Döbereiner ideó en 1816 una forma automática de encender fuego: dejaba salir por un orificio una pequeña porción de gas controlada, principio que sirvió en 1823 para la lámpara de hidrógeno. El problema era que usaba materia prima muy cara: el polvo de platino, que hacía las veces de la piedra. El moderno encendedor es hijo del mechero de gasolina inventado en 1909 por el barón Carl von Welsbach, que era astro-húngaro y había perfeccionado la bombilla eléctrica. Cuando se pensaba que el mechero era insustituible, en 1932, el estadounidense George Grant diseñó el Zippo, un mechero sumamente manejable e infalible, y al salir a la venta lo garantizaba de por vida.

En 1945 salió a la venta el primer mechero de gas líquido que no necesitaba mecha, y sus ventas se fueron al cielo. Los fabricantes de cerillos le declararon la guerra porque los borraba del mercado. Así, en 1911 consiguieron que el gobierno español lo gravara en forma especial, pero la gente adquiría este producto. Aún hasta 1956 había solicitudes de las empresas cerilleras en contra de los fabricantes de encendedores. La lucha comercial es terrible, se sabe que hay fabricantes que compran patentes para enterrarlas pues desplazan a sus productos. La competencia entre los cerillos y el encendedor es cada vez menor pues el segundo supera en mucho el uso del primero, y no dudo que pronto desaparezca del mercado.