07/May/2024
Editoriales

Los amigos – enemigos, Nuño de Guzmán

La historia registra grandes batallas celebradas entre supuestos amigos. Muchas veces los triunfadores se rodean de ‘amigos’ que los envidian y compiten propiciando que tengan un traspiés para ellos tomar el liderazgo.

Un caso ilustrativo es el de Hernán Cortés, el exitoso conquistador del Reino de México, que tenía un ‘amigo’ llamado Nuño Beltrán de Guzmán (1490 – 1558, Guadalajara, España), quien llegó a Nueva España en 1527 con el nombramiento de gobernador de Pánuco, y la encomienda secreta de limitar el poder de Cortés. 

Pero no estaba fácil competir con HC pues tenía tentáculos por doquier, así que Nuño buscó la forma de minar su poder en los territorios conquistados haciendo llegar rumores a la corona acerca de abusos cometidos por Cortés y para que lo hicieran a él (a Nuño), presidente de la Real Audiencia de México, lo cual consiguió pero los honores mayores seguían siendo para Cortés, a quien se le había concedido el marquesado del Valle de Oaxaca. No completó dos años cuando, desesperado por no hacerle daño a Cortés, Nuño renunció a solicitud de la propia corona, no sin antes haber iniciado en 1529 un juicio de residencia contra HC, a quien acusaba de asesinar a su esposa Catalina Xuárez Marcaida.

Cierto o mentira, Cortés se defendía muy bien y, al ver los controles que tenía, Nuño de Guzmán anidó en su pecho una gran envidia a HC. 

Así que Nuño de Beltrán, al ser ‘renunciado’ por permitir desde la Real Audiencia la  explotación irracional de los naturales, optó por irse a conquistar el occidente, partiendo del noroeste mexicano. Su paso por Michoacán dejó un camino lleno de muerte y destrucción, pues sus sentimientos de envidia y deseos de grandeza le llevaban a mostrar ‘poderío’ cuando sólo ejercía una crueldad enorme. En 1530, realizó una masacre contra el pueblo purépecha y a su Calzontzín llamado Tanganxoan, fue torturado y quemado vivo sin necesidad, sólo para que todos lo respetaran (a Nuño) como el verdadero conquistador. A pesar de todo eso, los tarascos se le unieron y con ellos formó un ejército de más de 3 mil hombres. Con ese ejército temible, le bastaron siete años para conquistar la tercera parte de México, pero las orgías sanguinarias fueron conocidas por la corona española y fue preso, enjuiciado y condenado a la cárcel, por lo que se le remitió a España donde murió preso. Triste historia la de este sanguinario individuo que coadyuvó en mucho a que nuestros indígenas endurecieran sus respuestas a las propuestas de los colonizadores europeos para construir juntos un país productivo. Los nativos defendían las tierras donde habían nacido, pero también las que no usaban; mientras que los europeos endurecieron su trato y los agredieron para arrebatarles su habitat. Nuño Beltrán de Guzmán nos dejó de herencia el odio, siendo -por mucho- el envidioso europeo con mayor felonía de la conquista.