28/Apr/2024
Editoriales

Manifestación por la democracia

Lorenzo Córdova Vianello 

Zócalo de la CDMX, 

18 de febrero de 2024 

Mexicanas y mexicanos que nos reunimos en las plazas del país para defender a la  democracia y a las libertades y derechos que hoy pretenden arrebatarnos, Comienzo por reconocer que el nuestro es un país que arrastra muchos  problemas: La pobreza, la desigualdad, la corrupción, la impunidad, la violencia y la  inseguridad son graves asuntos que no sólo no hemos resuelto, sino que siguen  siendo pendientes que agravian y que incluso se agravan. Ha pasado más de un  siglo desde el término de la Revolución Mexicana y la aspiración de justicia social  que encarnó sigue siendo una promesa incumplida. Más nos vale enfrentar y  resolver esos problemas pronto porque ponen en riesgo nuestra democracia y la  convivencia pacífica en el país. 

  Sin embargo, en donde las luchas sociales sí han sido exitosas es en el  terreno de la democracia. Hace apenas cuatro décadas en México no teníamos  elecciones libres, no había instituciones que protegieran efectivamente nuestros  derechos y no había espacios para que la diversidad política se expresara. Se hacía  política con miedo. Eran tiempos de un pretendido pensamiento único, de ejercicio  autoritario del poder y en donde, desde antes que se votara, ya se sabía quién iba  a ganar las elecciones. 

  Eran tiempos en los que estábamos gobernados, salvo raras excepciones, por un partido hegemónico y autoritario. 

  Hoy México, a pesar de los riesgos que nos amenazan, es un país en donde  somos las ciudadanas y ciudadanos los que decidimos, con nuestro voto libre,  quienes nos gobiernan y representan, los que premiamos o castigamos en las urnas  a los buenos o a los malos gobiernos. Hoy contamos con instituciones que nos  protegen frente a los abusos del poder, incluso del de las mayorías autoritarias, y  ante las cuales podemos defender nuestros derechos. Hoy hemos construido una  sociedad en donde todas y todos tenemos cabida, a pesar de nuestras diferencias  legítimas y sin que se nos persiga por pensar diferente. 

  Democracia, no son solo elecciones libres, significa también que tengamos  la posibilidad de acudir ante un juez cuando el gobierno nos persigue injustamente; 

o bien que un periodista pueda publicar una investigación sobre la corrupción; o que  los ciudadanos podamos contar con información sobre cómo el gobierno gasta el  dinero público, o cuáles son las decisiones que están detrás de una obra de  infraestructura, o de la política de salud; y también que la Suprema Corte anule una  ley que va en contra de la Constitución. Todo eso significa tener democracia. 

  Y somos nosotras y nosotros, las y los ciudadanos de este país, los que  logramos esas conquistas en las últimas décadas y por eso es a nosotros a  quienes nos corresponde defenderlas frente a los intentos por desmantelar lo  que hemos construido. Por eso estamos aquí reunidos. 

  La democracia no nos cayó de lo alto, no fue una concesión graciosa ni un  regalo del poder. La democracia en México es el resultado de muchas luchas ciudadanas que costaron esfuerzo, dedicación y en algunas ocasiones hasta  sangre. La democracia se consiguió gracias a la apuesta que hicieron varias  generaciones de mexicanas y mexicanos que, a pesar de sus diferentes posturas  políticas e ideológicas, tuvieron un propósito común: que fuéramos nosotros, con  nuestro voto libre, los que decidamos quienes serán nuestros gobernantes; que  nuestros derechos y libertades estén garantizados frente a los abusos del poder, y  que nadie sea perseguido, hostigado y señalado por pensar u opinar diferente. 

  Por eso, ante los riesgos que hoy enfrenta la democracia, frente a los intentos  que se han hecho para vulnerar las condiciones que nos permiten tener elecciones  libres y auténticas, para desmantelar las instituciones que nos protegen de los  abusos y para imponer una sola visión del mundo y de la Nación, es que hoy nos  manifestamos en las calles de nuestro país. 

  Que quede claro: no estamos aquí reunidos, en ejercicio de nuestros  derechos constitucionales, para apoyar o criticar a ninguna candidatura, a ninguna  campaña, a ningún partido o coalición; es más, no estamos aquí para criticar a  ningún gobierno en sí. Estamos aquí reunidos para defender a la democracia y  para decirle NO a toda propuesta que busque desmantelar las conquistas que  en ese sentido hemos alcanzado. 

  Son tres los logros democráticos que están en riesgo y que vamos a  defender:

  En primer lugar, las reglas y las condiciones que nos permiten votar en  libertad en elecciones auténticas y equitativas. Nos costó mucho conseguir que el  voto efectivamente cuente y se cuente bien, tener un sistema de partidos, sin duda  imperfecto, pero que refleja la pluralidad de posturas e ideologías que existen en  nuestra sociedad, así como tener elecciones equitativas y vigiladas por autoridades,  organizaciones sociales y la ciudadanía. 

  Nos costó mucho tener órganos electorales confiables que fueran autónomos  del poder e independientes de los intereses de los partidos políticos. Hoy todo esto está bajo amenaza. Déjenme decirlo así: nos pasamos más  de 40 años construyendo una escalera, cada vez más sólida, cada vez más robusta,  cada vez más firme, para que quien tuviera los votos pudiera acceder al primer piso  y hoy, desde el poder, quien llegó a ese primer piso por la libre voluntad de la  ciudadanía, pretende destruir esa escalera para que nadie más pueda transitarla.  No se vale destruir las condiciones, las reglas, los procedimientos y a las  autoridades (el INE y el Tribunal Electoral) que nos han permitido la renovación  pacífica del poder y la posibilidad de tener un altísimo nivel de alternancias en los  gobiernos. No se vale exigir reglas de equidad y condiciones justas en la  competencia política siendo oposición y violarlas sistemáticamente siendo gobierno.  Esa deslealtad hoy pone en peligro a nuestra democracia. 

  Así, hace unos días se volvió a presentar una serie de iniciativas que, como  en su momento se intentó con el Plan “A” y con el Plan “B”, buscan destruir al INE  como lo conocemos y, a través de una elección directa de sus consejeros,  controlarlo políticamente. No se quiere a un árbitro imparcial, se quiere a un árbitro  que responda a los intereses de la mayoría del momento. Y eso no podemos, ni  vamos a permitirlo; perder al INE es perder la principal garantía para tener  elecciones libres y volver al control del gobierno sobre los comicios. 

  En segundo lugar, están en riesgo las instituciones de la democracia. Por  treinta años hemos construido organismos que nos han permitido controlar y limitar  el poder del gobierno para evitar que se abuse del mismo; instituciones que,  además, sirven para proteger que nuestras libertades y derechos no sean  atropellados. Y hoy, por el hecho de que le incomodan, desde el poder se busca  desaparecerlas, subordinarlas o capturarlas.

  A lo largo de los últimos años hemos visto un feroz ataque en contra de esas  instituciones, del INE, de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y de los órganos  constitucionales autónomos. El acoso ha sido permanente y se ha desarrollado en  varios planos: 

1. Se les ha descalificado, acusándolas de actuar en contra del gobierno, del  pueblo y de sus intereses. Se ha mentido sobre su costo, su actuación y  resoluciones, por el simple hecho de que no se han subordinado —porque  ese no es su papel— a los intereses gubernamentales. 

2. Se ha hostigado y perseguido a sus integrantes. Se han paseado ataúdes  con los nombres y las fotografías de quienes han encabezado esas  instituciones, se han presentado denuncias penales en su contra, se les han  iniciado juicios políticos y hasta se les ha amenazado con ir a sus domicilios. 

3. Se han hecho recortes brutales a sus presupuestos con la intención de  asfixiarlos financieramente e impedir que cumplan de manera adecuada con  sus funciones. 

4. Se les ha amenazado mediante la presentación de iniciativas de reformas  constitucionales y legales que buscan desmantelarlos o limitarlos en sus  funciones, como ahora mismo está ocurriendo. 

5. Finalmente se ha intentado su captura, imponiendo como sus titulares no a  personas capaces e independientes, sino a personeros de los intereses del  oficialismo, a correas de transmisión de la voluntad gubernamental. 

  Que quede claro, no estamos defendiendo el inmovilismo ni impidiendo el  cambio. Hay muchas cosas que pueden y deben mejorarse, pero eso no implica  que con ese pretexto se quiera echar por la borda lo que hemos conquistado. Hay  quien dice que “las instituciones sí se tocan”. ¡Claro que sí, pero sólo si es para  mejorarlas! Si lo que se quiere es desmantelarlas, destazarlas o capturarlas, lo  decimos fuerte y claro, si es para eso, ¡claro que no se tocan! Desde la sociedad. no vamos a permitirlo porque sería robarnos nuestra esperanza de futuro para  pretender regresarnos a un pasado autoritario que con mucho esfuerzo  dejamos atrás.

  Finalmente, está en riesgo también nuestra Constitución, es decir, la  expresión del arreglo político que nos permite sentirnos, sin excepciones, parte de  la Nación mexicana. Desde hace algunos años se ha pretendido dividir a la sociedad  entre quienes son parte del pueblo y quienes son sus enemigos, como si el pueblo  no fuéramos todas y todos nosotros, como si en México sólo unos tuvieran cabida  y los otros salieran sobrando. Esa polarización que divide al mundo entre buenos y  malos, entre amigos y enemigos, no sólo es falsa y artificial, sino que es  profundamente autoritaria. La sociedad mexicana no puede dividirse en blanco y  negro. Existen muchos matices y diferencias, múltiples formas de actuar y de ser,  que sólo una visión autoritaria puede negar. 

  La nuestra es una sociedad plural y diversa, esta misma plaza hoy refleja esa  diversidad política e ideológica. Pero a pesar de esas diferencias que son legítimas  y que debemos proteger, todas y todos somos parte de la Nación mexicana, todos cabemos en esa idea común y que está protegida por la Constitución. México no  sólo es el país de unos cuantos, es el país de todas y todos, mayorías y  minorías con los mismos derechos

   Eso es, precisamente la Constitución: el pacto político que nos hemos dado  para garantizar que todos sin excepción tengamos cabida, con respeto para  nuestros derechos —en primer lugar, el derecho a pensar diferente— en nuestro  país, en nuestra Nación. Es precisamente gracias a esa Constitución que nadie,  puede decirle a los demás que aquí no caben. 

  Por eso todos los grandes cambios políticos se han plasmado en la  Constitución, porque son grandes acuerdos que se han elaborado cuidadosamente,  que se han consensuado, que son el resultado de un compromiso y no de una  imposición. La Constitución no es propiedad de nadie en particular o de una  parte de nuestra sociedad, es algo que nos pertenece a todos. La Constitución  es el reflejo de los intereses y de la voluntad del conjunto, no solo de una parte de  la Nación. Así que, o en la Constitución cabemos todas y todos o se acabó la  democracia. Por eso es tan grave que se pretenda apresurar un plan de reformas  que no busca un gran consenso nacional, sino la imposición de una visión de parte,  profundamente autoritaria que busca —sobre todas las cosas— la concentración y  la perpetuación del poder.

Es gracias a la Constitución, entendida como nuestra casa común, como el  techo debajo del cual cabemos todos, con independencia de si simpatizamos con la  mayoría o con las minorías del momento, es porque México es de todas y todos, que sin excepciones tenemos el mismo derecho de vivir en libertad y con respeto. 

  Hoy todo eso está en riesgo. Estamos frente a un proyecto de reinstauración  autoritaria que quiere regresarnos a las épocas de un partido hegemónico que  pretende revertir muchas de las conquistas democráticas que se han conseguido y  que fueron precisamente las que les permitieron llegar al poder. 

  No se trata de especulaciones ni de falsas alarmas, ahí están las iniciativas  para demostrarlo: se busca que las elecciones sean organizadas y la justicia  impartida por funcionarios y jueces electos con el apoyo del partido mayoritario. Se  buscan, pues, a jueces que respondan a un partido. Se busca desaparecer a los  órganos autónomos para que sus estructuras sean absorbidas enteramente por el  gobierno, es decir, lo que se pretende es desaparecer su autonomía para que sus  tareas vuelvan al Ejecutivo, tal como ocurría hace treinta años, cuanto todas sus  funciones (organizar las elecciones, vigilar la competencia económica, administrar  las concesiones de radio y televisión, entregar la información pública, generar la  estadística nacional y hasta definir las políticas monetarias) las realizaba una  presidencia centralizadora y autoritaria. Y también se busca imponer una idea de  Constitución en donde sólo tienen cabida ciertas ideas y posturas. 

  Con ello, se busca desmantelar los logros democráticos y volver a una época  en la que el pluralismo y la diversidad de ideas no tienen posibilidad de expresarse  y de contar. Al pretender desaparecer las diputaciones y senadurías de  representación proporcional, así como a los senadores que se asignan a la primera  minoría, que son en conjunto una de las principales conquistas democráticas, se  busca que las minorías no estén representadas, que no tengan voz ni presencia en  el Congreso, que sólo unos cuenten y decidan, que la Nación mexicana sea solo de  una parte y no también de los demás. 

  Por eso no podemos quedarnos cruzados de brazos, por eso estamos aquí  y volveremos cada vez que sea necesario, para levantar la voz y para decir: ¡si es  para desmantelarla, la democracia no se toca! No se tocan ni las condiciones  para el voto libre, ni los organismos de control democrático, ni la constitución  que divide el poder y protege nuestros derechos. 

  Por eso, asumamos que el futuro de nuestra democracia está en nuestras  manos. Hoy aprovechamos para decirle a todas las candidatas y candidatos, de  todos los partidos y coaliciones, que pedirán nuestro voto dentro de unas semanas:  no olviden nunca que deben someterse a la Constitución y a la ley. Les decimos  sin titubeos: la ley sí es la ley y los gobernantes son los primeros que deben  sujetarse a ella y someterse a los límites que la Constitución les impone. 

   El que sigamos teniendo elecciones libres y auténticas depende de nosotros.  Por eso los exhorto a que, si alguno es convocado por el INE para ser funcionario  de casilla, aceptemos sin reparos para garantizar el respeto al voto. Si tenemos  oportunidad, debemos registrarnos como observadores electorales. Y, además, 

debemos salir a votar masivamente en las elecciones. 

  La democracia y su subsistencia no depende de otros, depende de nosotros.  Confiamos en el INE y en las instituciones democráticas. Han intentado cooptarlas,  pero aún no lo han logrado. 

  En el caso del INE, quienes garantizan un trabajo imparcial, independiente,  autónomo, al servicio de la ciudadanía y no de algún actor político y menos aún del  poder, es su servicio profesional de carrera: el Servicio Profesional Electoral que  está trabajando a lo largo y ancho del territorio para asegurar el voto libre y secreto.  Ayudémosles, como ciudadanos, a instalar las casillas y si salimos sorteados  digamos sí al INE: la ciudadanía tiene que apropiarse de la elección de este  año. 

  Confiamos en las instituciones electorales, sí, pero no les hemos dado un  cheque en blanco. Vamos a acompañarlas y defenderlas, pero le daremos  seguimiento a cada una de sus decisiones para evitar que tengan sesgos y  favoritismos y vamos a observarlas para que no se sometan al poder y para que  actúen con plena autonomía e independencia. 

  Vamos a presionar a los partidos para que aquellas propuestas que  representen amenazas o retrocesos para nuestra democracia sean rechazadas y  que no pretendan negociar a espaldas de la ciudadanía. Así pasó con el Plan A y 

 así volverá a pasar cuantas veces sea necesario frente a cualquier intento de  arrebatarnos o debilitar nuestra democracia. 

  Vamos a defender el derecho de todos de poder opinar libremente, aunque  no estemos de acuerdo, porque creemos que la mexicana es una Nación en la que  todas y todos cabemos. Para eso es esta manifestación, para defender los derechos  y las libertades colectivas, incluso las de aquellos con quienes no estamos de  acuerdo. Eso es, precisamente la democracia, nuestra democracia, a la que  defendemos y seguiremos defendiendo. 

  No olvidemos que cuando una democracia está en riesgo, quien no hace  nada mientas otros la amenazan, la atacan y buscan acabarla, ya sea porque tienen  miedo, porque son indiferentes o porque menosprecian esos ataques, terminan  siendo responsables de su destrucción. 

  La democracia nació de las luchas de la ciudadanía, es una obra colectiva, y  su defensa también es colectiva, no es una responsabilidad de algunos, sino de  todas y todos. Por eso estamos aquí, para defender algo que es nuestro y que  no vamos a permitir que nos arrebaten. 

  Si los autoritarios no descansan, tampoco lo haremos quienes luchamos y  defendemos la libertad, la igualdad, los derechos y la democracia. ¡Aquí estamos  hoy y aquí estaremos todas las veces que sean necesarias! ¡Vivan las elecciones libres y auténticas! 

¡Vivan las instituciones de la democracia! 

¡Viva la Constitución! 

¡Viva un México incluyente y con libertades! 

 

¡Viva México!