03/May/2024
Editoriales

Calladita se veía más bonita

Tres amigas vivían en paz a la orilla de un bonito lago: dos garzas llamadas una, Chana y otra Juana, más una vieja tortuga de nombre Casca.

 Casca tenía un carácter difícil, era susceptible, gruñona y vanidosa, pero amaba a las dos garzas, hacía las labores de la casa y la cuidaba cuando las aves se iban de pesca.

 Un día, Casca estaba atareada preparando la cena cuando Chana, posada en lo alto de un árbol observó:

_Veo que el nivel de las aguas de nuestro lago está descendiendo en forma alarmante;

 no ha llovido en seis meses y el caudal de los ríos disminuye.

El lago estaba dejando al descubierto su fondo fangoso, preludio de una hambruna inminente, y Chana convocó a sus amigas a definir las acciones a tomar.

 _Propongo volar al norte, dijo Chana.

_Tienes razón, vayamos a otros cielos con mejores perspectivas, dijo Juana.

 _¿Y yo? Dijo Casca, indignada. ¿Me piensan abandonar luego de tanto tiempo de servirles?

_Es cierto, dijo Chana, no podemos olvidarnos de nuestra amiga. 

 Tras debatir varias alternativas, dijo Juana:

 _Ya sé, cortemos un palo fuerte y delgado, del que se pueda colgar Casca y nosotras lo sostendremos en los extremos, mientras Casca lo muerde por el centro. El único inconveniente es que no debe abrir la boca hasta que lleguemos pues volaremos alto.

Todas de acuerdo, así que en una hora ya estaban listas para el viaje.

 Alzaron el vuelo hacia el norte, y se deleitaron viendo que el paisaje era más verde.

 Unos campesinos las vieron y dijeron: ¡Qué inteligente es la tortuga! ¡se hace transportar por dos garzas!

 Las flores abundaron en el trayecto, pues todos hablaban de la hazaña de la tortuga, quien iba ancha de vanidad, algo que le sobraba, así que no se cansaba de los elogios.

 Por tal motivo aguzó su oído para que ningún comentario quedara sin escucharse.

 Unos pastorcillos que estaban en un silencioso prado, dijeron: 

 _Mira a esas dos garzas, qué esfuerzo tan grande hacen para llevar a esa tortuga palurda. ¡Qué inteligentes y esforzadas!

 _¡Estúpidos pastores, no entienden nada, yo soy quien importa pues les ayudo con las labores de la casa! Dijo Casca, quien al abrir la boca se soltó del bastón y se estrelló en el suelo.


  Cuento chino, versión libre mía