20/Apr/2024
Editoriales

El estetoscopio, comodidad para el médico

El médico francés René Theóphile Laënnec (1781 – 1826) era muy tímido y huidizo pero muy inteligente. Le daba pena, por ejemplo, escuchar el latido del corazón de una paciente mujer con el pecho descubierto pegando su oreja, sólo que era absolutamente indispensable hacerlo en forma cotidiana, lo que le turbaba sobremanera.

En una ocasión iba caminando por una calle de París rumbo al hospital Neker donde laboraba, y su primer paciente era una mujer cardiópata a la que respetaba mucho. En una bocacalle vio jugar a dos niños con una tabla de madera, uno de ellos apoyaba su oreja en ella y el otro, por el otro lado daba golpes a la madera que el primero escuchaba. Al ver el juego, Laënec se le iluminó el cerebro pues imaginó que el sonido del latido del corazón podía transmitirse a través de algún instrumento que le permitiera estar alejado del cuerpo de su paciente.

Así que enrolló unas hojas de papel formando una suerte de cilindro y lo aplicó sobre el pecho de la paciente, sorprendiéndose cómo escuchaba tan bien los latidos del corazón y el ruido de la respiración. De ahí en adelante no volvió a pegar su oreja en el cuerpo de nadie y utilizaba siempre un cilindro de papel enrollado. Y ya en 1816 se puso a desarrollar la idea inventando el estetoscopio, bautizándolo como pectoriloquio o trompetilla.

Su invento modificó el protocolo de las inspecciones para diagnóstico médico en todo el mundo.  Aquí en México a mediados del siglo pasado, los niños jugaban a “hablar por teléfono” con dos recipientes de cartón unidos por un hilo largo. Claro que ahora esos juegos no llaman la atención, pues los niños traen su propio teléfono inalámbrico celular.