28/Apr/2024
Editoriales

Las significativas muertes de Lincoln y Kennedy

Hay muchas historietas que hablan de coincidencias o parecidos entre los presidentes Abraham Lincoln (1809 – 1865) y John F. Kennedy (1917 – 1963). Entre ellas hemos leído que los dos fueron segundos hijos de su familia paterna; que ambos murieron en viernes y en presencia de sus esposas; que sus asesinos fueron muertos antes del juicio; que sus respectivos sucesores se apellidaban Johnson; que el secretario privado de Lincoln se apellidaba Kennedy, y la secretaria de Kennedy, Lincoln; y algunas otras que son simples patrañas inventadas por quienes buscan figurar en la historia como descubridores de valiosas perlas, así sean en realidad de simple material plástico.

La verdad es que ambos magnicidios el de Lincoln en abril 15 de 1865 y el de Kennedy en noviembre 22 de 1963 estrujaron al mundo. Nadie cree las versiones oficiales de las autorías intelectuales que estuvieron detrás de estos históricos eventos. Aunque el de Lincoln hay alguna certeza, en el de Kennedy no, porque la muerte del primer presidente católico en la historia del imperio norteamericano, pudo ser de parte de las mafias, de los soviéticos o de sus enemigos políticos.

De Lincoln ya hablamos en un texto anterior, más no de Kennedy quien fue el segundo hijo del empresario Joseph Patrick Kennedy, y la hija del ex alcalde de Boston, John Fitzgerald. El primogénito de la pareja se llamaba Joe, un tipo que desde muy joven destacó en los aspectos físicos, -era musculoso y con gran atractivo para las mujeres-. Esto obligó a John Kennedy, a ser o aparentar ser fuerte, pues en todo lo superaba su hermano, hasta en los aspectos académicos. Así, John se inscribió durante la Segunda Guerra Mundial, en la Marina Norteamericana. Y sucedió que en 1943 un destructor japonés destruyó parte de la embarcación que él comandaba en forma voluntaria para realizar una misión importante. Su comportamiento fue heroico, salvando a un par de compañeros heridos y sufrió una lesión que le acompañaría el resto de su vida. Al margen de la gravedad de las heridas, es reconocido que John Kennedy fue un héroe de guerra.

Sin embargo, se ha descubierto que desde 1937, cuando tenía 20 años, ya tomaba corticosterides para aliviar una colitis crónica y que eso le provocó problemas de artritis y dos vértebras se le aplastaron provocándole dolores en la espalda. Esta droga que como medicamento tomaba, provoca otros síntomas como el aumento del impulso sexual, un amarillamiento de la piel, y el crecimiento de cabello grueso y brilloso, sintomatologías que prefiguraron el perfil de John Kennedy.    

Y además inhiben el sistema inmunológico, por lo que se le diagnosticó el mal de Addison, una disfunción de las glándulas suprarrenales. Le recetaron más esteroides, y cuando avanzaba en la política siempre negó los rumores de que padecía el mal de Addison, a pesar de que de 1955 a 1957 estuvo hospitalizado 9 veces en secreto para atenderse.

En 1961, ya en la Casa Blanca, sufría de fuertes dolores, no podía subir más que unos cuantos escalones y no podía agacharse. Tomaba diariamente analgésicos para la espalda, antibióticos para las infecciones urinarias, anti espasmódicos para la colitis, y anti histamínicos para las alergias provocadas por la ingesta de esas drogas. Todos esto se manejaba públicamente como derivado de las heridas de guerra. 

Este aspecto es también un parecido con Abraham Lincoln, quien tomaba las famosas ‘píldoras azules’ que contenían mercurio, para evitar la depresión.

Las causas del crimen contra Lincoln son más o menos claras, pero a Kennedy no han dicho quién o por qué lo mataron, y aún se discute si fueron las mafias, la URSS, o sus adversarios políticos. 

En el actual proceso eleccionario de Presidente de los Estados Unidos, es algo extraño que no presuman como un éxito de su sistema socio económico el hecho de que sus posibles presidentes tengan ahora 81 años de edad (Joe Biden) y 77 (Donald Trump) cuando antes apenas frisaban los cincuenta años. Esto significa que las características predominantes de la sociedad estadounidense son ahora una vida feliz, libre y muy larga… tal vez no lo exploten para no estimular más aún la migración de gente ávida de mejorar sus condiciones de vida.