29/Mar/2024
Editoriales

Los grandes gobernadores de Nuevo León. Santiago Vidaurri, primera parte

Corresponde el turno en este breve estudio relativo a los grandes gobernadores que ha tenido Nuevo León, a Santiago Vidaurri. Su recio nombre pronunciado en público aún provoca reacciones en su favor o en su contra a pesar de haber muerto hace 150 años. Su presencia en el imaginario popular sigue vigente, no sólo por sus logros tan relevantes como haber sumado el estado de Coahuila a Nuevo León, sino también por sus diferencias con el gobierno del presidente Juárez, que lo llevaron a ser considerado como un traidor a la patria.

 

Su historia de vida es fascinante. Nacio´ en 1808, en Lampazos, regio´n del norte del estado concurrida por aventureros y contrabandistas, permanentemente asechada por indios salvajes. Lampazos es tierra de gente cuyo nombre se escribe con letras mayúsculas como: Juan Ignacio Ramón, Francisco Zuazua, Carlos Zuazua, Juan ZuazuaFrancisco Naranjo, César Elpidio Canales, Buenaventura Ramón, Vidal Garza Pérez, Francisco Naranjo García, Antonio I. VillarrealPablo González, Andrea Villarreal, José Alvarado, y otros menos famosos pero muy destacados.

 

El primer gobernador mexicano que consigue la estabilidad a largo plazo

 

La historia de José Santiago Vidaurri Valdez como gobernador tiene aspectos inigualables. Poco conocido es el dato de que fue el primer gobernador que pudo consolidar a Nuevo León como la entidad más madura y estable por el mayor periodo de gobierno, en todo el país. Veamos.

 

El siglo XIX es la etapa de la vida nacional más sinuosa y difícil de historiar. Hubo fenómenos políticos y militares principales que presentan dificultades hasta para estudiarlos por haber sucedido tantos, y algunos de ellos traslapados en el tiempo. En ese siglo se luchó y consiguió la independencia nacional, y México se estrenó en el sistema republicano con el presidente Guadalupe Victoria, quien gobernó de 1824 a 1827 sin mayores contratiempos. En ese lapso, muchos gobernadores de los estados pudieron terminar su periodo constitucional. Entre otros, lo consiguieron: José María Parás en Nuevo León, Melchor Múzquiz en el Estado de México, y Carlos Montes de Oca en Guanajuato.

 

Pero a partir de entonces, quienes gobernaron las entidades fueron víctimas una y otra vez de golpes de estado y de guerras civiles. Tan sólo por ejemplificar: Chihuahua, en 1838 tuvo 4 cambios de gobernador, y en 1839, cinco; en Nuevo León, Manuel Gómez de Castro gobernó del 17 al 25 de febrero de 1833; Pedro Lemus fue gobernador del 1º al 3 de agosto de 1834. Así por el estilo, los gobernadores duraban días, meses, o uno o dos años y, sin estabilidad política, no podían construir planes de desarrollo u obra pública a mediano plazo, mucho menos a largo.

 

Las excepciones son: el liberal Miguel Barbachano en Yucatán, quien de 1841 a 1853, gobernó en cinco ocasiones y logró sumar 78 meses en el poder, considerando el tiempo que gobernó a la República de Yucatán. Le sigue el centralista zacatecano Santiago Ruiz de Villegas que de 1835 a 1842 sumó 69 meses en el poder, considerando un mandato bajo las Siete Leyes y un período incompleto bajo las Bases Orgánicas. Los demás duraron menos tiempo en los gobiernos de sus entidades.

 

Ante esto, es notable que el gobernador Santiago Vidaurri, desde 1855 hasta 1864, gobernara los estados de Nuevo León, y de Nuevo León y Coahuila, por ¡91 meses! en forma estable. En su primera gubernatura de Nuevo León, cuando se desarrollaron las primeras grandes obras públicas, fue derrocado por Comonfort, sin embargo, regresó al poder por el voto popular.

 

Esto no lo consiguieron ni los héroes nacionales como Juan Álvarez, -héroe de la independencia, de la guerra contra Estados Unidos, de la revolución de Ayutla, de la guerra de Reforma y de la invasión francesa-, que gobernó el novel estado de Guerrero a duras penas por 48 meses, de 1849 a 1853; o el gran Guadalupe Victoria, que gobernó Puebla por sólo 14 meses y el caudillo de triste memoria, Antonio López de Santa Anna, en Veracruz, que estuvo gobernando por apenas 16 meses.

 

El origen del fenómeno político llamado Santiago Vidaurri

Estas razones obligan a estudiar la vida y obra de Santiago Vidaurri, pero es tan magro el material publicado que pareciera ser que se busca ocultar su historia. Nada hay de qué avergonzarse, como diría Ortega y Gasset, “yo soy yo y mi circunstancia”. Este lampacense comienza a darse a conocer entre los regiomontanos en 1832 cuando, tras una fuerte riña, terminó en la cárcel. Desde ahí mostró de qué estaba hecho pues al contrario de lo que normalmente sucede con la mayoría de quienes van a la cárcel, Vidaurri no se disminuyó, y al contrario, aprovechó su estancia para comenzar a trabajar como escribano en la prisión, pues contaba con muy buena preparación caligráfica y su gramática era sobresaliente.

 

El origen de su fama viene de su habilidad para la escritura, escasa virtud en aquellos tiempos. Tanto que, ya liberado, fue invitado a desempeñarse como oficial mayor de la secretaría de Gobierno, con los gobernadores Juan Nepomuceno de la Garza y Evia, Joaquín García, y con Manuel M. de Llano de 1835 a 1846. Y pronto evidenció otras virtudes para la función pública, desarrollándose en el oficio político, por lo que el gobernador Francisco de Paula y Morales, lo nombró Secretario general de Gobierno.

 

Por cierto, De Paula hubo de convertirse en gobernador itinerante debido a la invasión norteamericana y en tales circunstancias Vidaurri jugó un importante papel. En ese momento su nombre ya se asociaba a la eficacia, y cuando se restableció el orden constitucional por haber salido del territorio nuevoleonés las tropas norteamericanas, Vidaurri repitió en la secretaría de Gobierno hasta 1855 con el gobernador Jerónimo Cardona. Así que a estas alturas ya era considerado el hombre fuerte del estado.

 

Porque además, en el tiempo previo a la invasión, en 1840 –con 32 años de edad-, a propuesta del gobernador nuevoleonés Agapito García, los gobernadores del norte (Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila, y Zacatecas) nombraron a Vidaurri capita´n de un regimiento cuyo objetivo era repeler los ataques de los indos bárbaros. Y por atender este encargo, más el de secretario de Gobierno, Vidaurri no participó en hechos de armas durante la invasión norteamericana, dedicándose, como ya se dijo, junto con el gobernador legítimo Francisco de Paula y Morales, a mantener vivo el gobierno de Nuevo León, entre Linares y Galeana.

 

La oposición a Santa Anna contacta al hombre fuerte de Nuevo León

 

A nivel nacional, una vez que México suscribió, entre protestas y su desorden consecuente, el Tratado Guadalupe-Hidalgo, había irritación en buena parte de la población originada por el artero ataque militar norteamericano, la ocupación y el grave despojo de más de la mitad del territorio nacional. Sin embargo, como si fueran pocos los terribles efectos de la derrota militar, en medio de esa confusión llegó otra desgracia mayúscula: la dictadura de Antonio López de Santa Anna y su rimbombante título de Alteza Serenísima.

 

La situación nacional no podía estar más complicada pues surgieron en breve lapso varios movimientos separatistas en el noreste (Texas), en el sureste (Yucatán) y muchos otros grupos inconformes a lo largo del territorio nacional, así que era de esperarse que brotara una rebelión en contra del dictador. Comenzaron las conspiraciones y algunos liberales contactaron a Santiago Vidaurri, en particular, Nicolás Regules, enviado por Juan Álvarez.

 

Al lanzar el Plan de Ayutla (del 1º de marzo de 1854), los rebeldes terminaron convenciendo a Vidaurri de unírseles, aunque sería hasta el 11 de mayo de 1855, cuando Vidaurri lanzara su “Plan Restaurador de la Libertad”, que supuestamente estaba sintonizado con el Plan de Ayutla. Y con esa bandera Vidaurri tomó Monterrey, se nombró gobernador, viajó a Coahuila y venció al jefe santanista Francisco Güitián, anexando de facto a esa vecina entidad.

 

El poderoso líder del noreste mexicano

 

Se convirtió en un poderoso líder en el noreste mexicano y ya para el 5 de octubre de 1855, que la triunfante Revolución de Ayutla convocó a una convención en Cuernavaca para elegir al presidente provisional de la República, Santiago Vidaurri sonaba como uno de los posibles. Los candidatos eran: Juan Álvarez, Santiago Vidaurri, Melchor Ocampo e Ignacio Comonfort. Desde luego que la victoria fue para Álvarez, que obtuvo 16 votos, luego Comonfort y Ocampo quedaron empatados con tres votos, y Vidaurri sólo obtuvo un voto, pero ya figuraba entre los grandes de la política nacional.

 

En el Plan Restaurador de la Libertad, Santiago Vidaurri invitaba a Tamaulipas y a Coahuila a sustraerse del gobierno nacional, hasta que las cosas volvieran al orden. El primero de estos estados rechazó de plano el proyecto, pero Coahuila sí se sumó al liderazgo del gobernador Vidaurri, quien declaró el 19 de febrero de 1856 la anexión de Coahuila a Nuevo León.

 

El plebiscito que definió el futuro del Estado y de Vidaurri

 

Aunque esta jugada política de grandes vuelos era aprobada por los militares locales, la unión de Nuevo León y Coahuila no agradó nada al presidente Comonfort quien se opuso terminantemente. Envió a Juan José de la Garza y a Vicente Rosas Landa a negociar con no pocos problemas de índole militar con Vidaurri, hasta que llegaron a un acuerdo en la Cuesta de los Muertos. El fondo de los acuerdos era que Vidaurri se comprometía a dejar el poder si el gobierno federal realizaba un plebiscito para conocer la voluntad de los nuevoleoneses y los coahuilenses sobre una posible unión de las dos entidades.

 

A raíz de este acuerdo, Vidaurri dejó momentáneamente el poder. Hasta aquí podríamos resumir su primer gobierno, que fue breve, como cualquier otro de la época, del 23 de marzo de 1855 al 12 de diciembre de 1856, aunque haya sido apoyado en las armas y en el derecho de la revolución. Este término no debe confundirse con “el derecho a la revolución de los pueblos cuando son oprimidos”. No. Se invocaba un derecho o cuerpo de normas escritas o tácitas, con las que gobierna el grupo triunfante de una revolución. Y Vidaurri era un triunfador regional que ostentaba su propio derecho, aunque no del todo empatado con el grupo triunfador a nivel nacional.

 

Sin embargo, la osadía de Vidaurri era grande, pues se atrevió a jugar la gubernatura de los dos estados (Nuevo León y Coahuila) en una votación popular, cuando ya tenía la de Nuevo León. Claro que sabía de las amplias simpatías que se había ganado con sus acciones de defensa del pueblo contra los indios, pero en una votación todo pudo haber sucedido. Y efectivamente, como lo veremos en los siguientes textos, eso le garantizó el triunfo electoral a su persona como gobernador y a su proyecto unionista de Coahuila a Nuevo León, lo que representó un inédito avance para nuestro estado.

Continuará…

 

Fuentes:

México a través de los siglos, Vicente Riva Palacio y otros.

mara de diputados.

Archivo del Gobierno del Estado, correspondencia de Vidaurri.

La primera República Federal de México, Michael P. Costeloe

Los planes de la Nación, Cámara de diputados.

Periódico oficial del estado de Nuevo León, versión electrónica v 1854, 1855, 1857

The hand book of Texas.