Editoriales

El nacimiento de Nueva York

Luego del reparto de grandes extensiones territoriales celebrada entre España y Portugal gracias a una Bula papal, las otras potencias europeas llegaron tarde a América, pues seguían concentrados en otras regiones del mundo. Sin embargo, los informes que les llegaban a las sedes de sus monarcas eran de que en el Nuevo Mundo había realmente otro mundo, con riquezas de todo tipo y que los ibéricos se los habían “madrugado” pues ya tenían títulos de propiedad y grandes ciudades conquistadas. Por tanto, los ingleses y los holandeses peleaban los puertos, y el más apetecible por ubicación y condiciones de navegación era La Nueva Amsterdam, dominada por Holanda.

Sin embargo, en agosto de 1664 este puerto capituló ante los ingleses, quienes triunfaron sin disparar un solo tiro. El gobernador holandés Peter Stuyvesant había construido un muro defensivo previendo algún ataque futuro, en el lugar que hoy se conoce como Wall Street, sede de los más poderosos enclaves financieros de Norteamérica, es decir, del mundo. La pequeña colonia de Nueva Amsterdam –hoy Nueva York- estaba “densamente poblada” con inmigrantes de Inglaterra, Francia y Escandinavia, que sumados a los holandeses, para 1660 ya eran mil 500 habitantes. Pero acababa de restaurarse en Inglaterra la dinastía Estuardo con Carlos II a la cabeza, quien decidió que las colonias inglesas en Nueva Inglaterra y el sur debían conectarse apoderándose de la Nueva Holanda que estaba en medio.

Así que el rey otorgó a su hermano Jacobo, duque de York y futuro rey Jacobo II, tierras en las que se incluían las colonias holandesas. Esto explica el espíritu expansionista de los norteamericanos, que lo heredaron de sus “padres” ingleses. Fueron sólo cuatro barcos ingleses con 300 soldados al mando de Richard Nicolls, los que entraron al puerto de Nueva Amsterdam y apuntando sus cañones al destartalado fuerte, exigieron la capitulación, prometiendo respetar vidas y propiedades, asegurando que continuaría el comercio con Holanda. El gobernador holandés Stuyvesant iba a defender la plaza con las armas pero los colonos le pidieron que se rindiera, pues querían conservar su vida y propiedades. Inglaterra adquirió de esta cómoda forma a Nueva York (bautizada así en junio de 1665) sin gastar pólvora y sin ningún esfuerzo, tan sólo con la presencia militar en el momento oportuno.