20/Apr/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

Septiembre 13 de 1847: ataca el ejército invasor norteamericano a las fuerzas nacionales atrincheradas en el castillo de Chapultepec, a cargo del ex presidente Nicolás Bravo. Luego de los avances de los norteamericanos y de la batalla de Molino del Rey, su paso siguiente fue atacar al castillo de Chapultepec, defendido sólo por el batallón de San Blas a cargo del teniente coronel Felipe Santiago Xicoténcatl, y los alumnos del Colegio Militar, con el general José Mariano Monterde como segundo de Bravo.

El ejército invasor se integraba por casi 7 mil hombres bien armados y capacitados, mientras que los defensores eran sólo 832. El director del Colegio Militar dio la instrucción de que se retiraran los jóvenes para proteger su vida, pero se quedaron varios de ellos, entre los que se encontraban Juan de la Barrera, Agustín Melgar, Vicente Suárez, Francisco Márquez, Fernando Montes de Oca, y Juan Escutia.

Este grupo de jovencitos son conocidos como “Los Niños Héroes” pues fueron abatidos por las tropas invasoras tras una heroica defensa. Xicoténcatl murió con más de 30 balas en su cuerpo, dando muestras de gran valor a sus soldados. Nicolás Bravo fue hecho prisionero, cargando con la derrota de esa gesta y la acusación de Santa Anna como traidor. El historiador Joaquín Márquez dice en su Historia de México: “Una vez tomado Chapultepec, el general en jefe de los invasores Scott hizo su entrada en México por dos lados: por la Verónica, que fue abandonada por sus defensores y por San Cosme, defendida por el general Rangel, que al fin fue traspasado por el enemigo”. Otros historiadores afirman que también ingresaron por la calzada de Belén, rumbo al zócalo, donde la bandera mexicana es arriada y en su lugar se iza la de Estados Unidos. Siempre serán recordados estos jóvenes cadetes y cada año se les brindan honores con la bandera a media asta.

Abajo del castillo de Chapultepec está su monumento y es tradicional y conmovedor asistir a esa ceremonia luctuosa conmemorativa. Tuve el privilegio de asistir representando a mi gremio de ingenieros a un evento de esos en el año de 1987 y cuando firmamos como asistentes al acto protocolario, sentí gran emoción al imaginarme esa inolvidable batalla del 13 de septiembre de 1847.