29/Apr/2024
Editoriales

Las mentiras del gobernante

Quien gobierna una nación o un estado tiene muchas responsabilidades, pero la primera de ellas es hablar con la verdad.

En todas las naciones democráticas se castiga severamente al gobernante que miente en forma deliberada; aunque en algunas no es posible de inmediato, mientras no haya cambio de titular en el Poder Ejecutivo, pues el mentiroso suele ser también dictador.

Pero tarde o temprano deja el poder y enfrenta las consecuencias de sus mentiras: si está vivo terminará en la cárcel y si ya murió la historia será cruel con su memoria.

Tal es el caso del dictador soviético Stalin, quien consolidó su liderazgo a la muerte de su antecesor Lenin, y comenzó enviando a una enorme cantidad -millones- de soviéticos castigados al Gulag, colapsando la producción agrícola, propiciando en el año 1932 la gran hambruna soviética queStalin combatió en 1937 con la Gran Purga, en la que ejecutó a miles que él consideraba sus enemigos que -él decía- boicoteaban su gobierno.  

A su muerte, el nuevo líder Nikita Jrushchov empezó la ‘desestalinización’ de la URSS, denunciando sus mentiras.

Una de las peores fue decirle a su pueblo que en la Segunda Guerra Mundial la URSS no utilizaba armas extranjeras, que todas eran de producción soviética. 

Claro, le ayudaba mucho que los soviéticos eran un pueblo ignorante, y se creyeron la mentira de que los Jeeps norteamericanos que utilizaban en la guerra, venían de una fábrica soviética ubicada en una ciudad secreta de Siberia llamada Willis-Overland. Pero luego todos los vehículos y armas de guerra traían un letrerito que decía USA, y el mentiroso de Stalin les dijo que USA quería decir en ruso Ubiyat Sukensyna Adolfa, que traducido es “Mata a ese hijo de puta de Hitler”. Esta versión fue la oficial y aunque muchos ya sabían la verdad, que los armamentos eran fabricados en Estados Unidos, nadie decía nada porque se enfrentarían a una campaña de desprestigio impulsada por todo el aparato de comunicación oficial soviético y después irían a la cárcel o al paredón. 

Ahora yo le pregunto a usted: ¿sabe que exista actualmente algún gobernante mentiroso?