27/Apr/2024
Editoriales

Argentina es un bonito nombre

Viajar a Argentina es una aventura interesante, aunque ese hermoso y otrora poderoso país haya pasado por vaivenes políticos espectaculares, y su economía que estaba en el lugar número 13 del mundo, ahora está en el 66, se disfruta mucho. Es el segundo país de Latinoamérica en extensión, pues sólo Brasil le gana. Ahora estrena presidente, el economista y político Javier Milei quien es de derecha extrema, del tipo Donald Trump, y apenas entró cuando ya hizo cambios muy importantes desde la Casa Rosada, porque tiene un congreso adverso.  

 Lo invito a usted a que hagamos juntos un breve recorrido por el origen de su nombre. Este país se llama así por la palabra latina ‘Argentum’ que significa ‘plata’, pues los conquistadores creían que allí había enormes cantidades de ese mineral, es decir, la economía siempre ha determinado hasta su denominación. 

  En 1585, Martín del Barco Centenera, que formaba parte de la expedición del tercer adelantado Ortiz de Zárate, pronunció por primera vez el nombre de Argentina, en una crónica rimada referente a la conquista del Río de la Plata, donde canta las excelencias del suelo y las leyendas nacionales. Centenera dedicó su obra al marqués de Castel Rodrigo, virrey, gobernador y capitán general de Portugal, aclarando que: ‘He escrito en verso, aunque poco pulido y menos limado, este tratado y libro a quien intitulo Argentina, tomando el nombre del sujeto principal que es el Río de la Plata’. 

  Pero el nombre era copiado, pues la ciudad de Charcas, del Alto Perú, era conocida como Ciudad de Argentina, y después se le puso La Plata, Chusquisaca y actualmente se llama Sucre. En documentos de la época se menciona a Argentina como Civitas Argentina, y en otros Urbe Argentina, Argentea, Argentópolis y Argyrópolis. Hasta que en 1612, el cronista español Ruy Díaz de Guzmán regresó a la prosa: “La Argentina. Del descubrimiento, población y conquista del Río de la Plata”, pero fue hasta 1810 cuando se le menciona como Argentina en documentos oficiales. En el libro “La Historia Argentina que muchos argentinos no conocen”, del autor Armando Alonso Piñeyro, dice que hace siglos existió en Bosnia-Herzegovina una villa llamada ‘Argentina’, después llamada Czyvisky. Estrasburgo, la ciudad francesa conquistada por Julio César, era conocida por “Argentorate”, que significa ‘Lugar cerrado entre dos ríos’. Además, Piñeyro dice que en Francia, en Dordogne, Savoie y Deux Sevres, existen tres pequeñas villas llamadas ‘Argentino’.

  En 1776 se creó el virreinato del Río de la Plata, con capital en Buenos Aires (después hablaremos de ese nombre), que abarcaba los territorios de Chile, Bolivia, Paraguay, Uruguay y desde luego, Argentina. 

 Por su parte, los británicos siempre intentaron invadir Buenos Aires, pero nunca pudieron. El 27 de junio de 1806, mil 600 soldados británicos tomaron Buenos Aires, pero el 12 de agosto hubieron de irse porque nunca llegaron refuerzos de Inglaterra. Luego regresaron el 28 de junio de 1807 con toda la fuerza británica, y la dirección del general Whitelocke. Eran 8 mil hombres y 200 caballos, pero Whitelocke pensaba –al estilo sajón- que la población los apoyaría pues era la oportunidad de liberarse del yugo español. Pero después escribió: ‘Todos eran enemigos, todos armados, desde el hijo de la vieja España, hasta el negro esclavo’, así que el 6 de julio se rindió. 

  Y desde entonces hay odio entre argentinos e ingleses, que brotaría en la Guerra de Las Malvinas del año 1982. La independencia llegó hasta 1816, y en 1818, el capitán Hipólito Bouchard firmó con Kamehameha, rey de Hawaii, un tratado de cooperación entrambos gobiernos (Hawaii era territorio soberano), reconociendo la independencia de Argentina. La constitución de 1823 habla de Provincias Unidas del Río de la Plata; República Argentina; y Confederación Argentina, pero utiliza el nombre de Nación Argentina en la promulgación de leyes. El nombre de República Argentina, quedó firme en un decreto firmado por el presidente Derqui, el 1º de octubre de 1860. 

 

  Debo mencionar que las veces que he viajado a Buenos Aires he visto que son pocos los argentinos que dicen serlo, pues hasta muchos de los choferes de taxis dicen ser  de nacionalidad europea, del país de donde fueron sus ancestros, españoles, italianos, alemanes, etcétera. Esto desde luego que no ayuda a la identidad nacional.