16/Oct/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

Septiembre 17 de 1988: azota el huracán Gilberto a la Ciudad de Monterrey. Se trata de uno de los cinco ciclones más mortíferos del siglo XX en el Atlántico. Fue considerado el huracán de la centuria al exceder registros meteorológicos conocidos hasta entonces por su tamaño, presión atmosférica, precipitación, energía total y trayectoria.

Rebasó por mucho los valores de la categoría cinco en la escala Saffir-Simpson y el grado 8 del máximo de puntos en la Escala Internacional de Huracanes (EIH). Inició su trayecto en las Antillas Menores, cruzó el Caribe, el Golfo de México y en zigzagueante trayectoria llegó a Monterrey desde la noche del viernes 16 de septiembre de 1988, dejando unas 300 víctimas mortales y daños por 10 mil millones de dólares.

Durante los años ochenta las invasiones de tierra y el flujo de migrantes a Monterrey se acentuaron y el lecho del río Santa Catarina se convirtió en uno de los sitios preferidos para los asentamientos irregulares. Por eso ante los primeros reportes de la aproximación del huracán recibidos desde la mañana del 16 de septiembre, se montó un operativo de prevención en áreas de riesgo que incluyó la evacuación de los residentes de zonas bajas y de los cauces de ríos y arroyos.

El ciclón Gilberto ingresó a Nuevo León por Linares, Montemorelos y Allende, estrellándose en la Sierra Madre Oriental, en los límites con Coahuila. La circulación de sus vientos interactuó con la elevación del terreno, generando torrenciales precipitaciones la noche del viernes 16 de septiembre y la madrugada del sábado 17, provocando inundaciones masivas en todo Nuevo León.

Las 10 pulgadas de agua en las montañas explican la gigantesca y violenta avenida en el río Santa Catarina, que bramaba con crecientes de cuatro mil metros cúbicos por segundo, arrastrando todo a su paso. Las precipitaciones destrozaron las carreteras de Monterrey a Saltillo, Laredo, Monclova, Reynosa, Ciudad Victoria, y la vía férrea a México quedó obstruida; la Ciudad quedó incomunicada.

La fuerza de la corriente arrastró lo mismo juegos mecánicos de feria, hasta autobuses llenos de gente. Como sucede en casi todas las tragedias locales, hubo muchos actos heroicos, pues sin titubeos se arriesgaron servidores públicos y ciudadanos comunes para intentar salvar a quienes eran arrastrados por el agua. El huracán Gilberto representó en toda su crudeza las dificultades naturales que ha enfrentado nuestra Ciudad desde su fundación, que una vez -en 1611- fue totalmente destruida por una inundación. En ese septiembre de 1988, se suspendió por el luto de los desaparecidos por las aguas, el festejo conmemorativo de la Fundación de Monterey, que cumplía 392 años de existencia. Posteriormente se instaló en el Río Santa Catarina, a la altura de la avenida Gonzalitos, un monumento a esta gran tragedia.