Vivir es un regalo divino, una oportunidad de amar, de trabajar, de procrear, de trascender y de bien morir.

Vivir es un verbo que sólo se conjuga en tiempo presente, sin pretérito ni futuro.

Quien lo conjuga en tiempo pasado, va caminando al estilo del moon walk, que pareciera avanzar cuando en realidad está retrocediendo.

Aquel que vive pensando en el futuro, no vive, sueña. 

Sólo se vive el presente, pues el pasado y el futuro son quiméricos.

No se vive mejor por tener más amigos, por haber viajado, o haber besado a muchas mujeres.

Tampoco vive mejor quien tiene conspicua economía, o un nombre famoso. 

Vive mejor el que rinde honores a la amistad, el que es leal a lo que debe serlo.

Porque se puede ser leal a causas equívocas que causen felicidad a los desvalidos, y leal a causas justas que provoquen desdicha a los poderosos.

Vivir es entender la diferencia entre denostar una baladronada oficial y propalar la verdad de los desprovistos.

Es influir en el corazón de otros para sumarlos a las causas nobles.

No debemos desperdiciar esta oportunidad de vivir.