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Análisis: en España los separatistas de Puigdemont clave para que el PSOE pueda seguir gobernando, la derecha de Feijóo tuvo una "victoria inútil"

La noche electoral ha dejado un caos que se resume en tres evidencias: Sánchez está más vivo que nunca; Feijóo consigue una victoria inútil; y el enemigo público número 1 de España, el presidente Puigdemont, tiene la clave de la gobernabilidad. Es decir, victoria amarga, derrota dulce y un invitado inesperado que nadie querría a la mesa. A partir de aquí los análisis pueden focalizarse en las muchas variables que ha dejado el nuevo mapa político, pero ningún resultado varía la conclusión fatídica: ha aparecido el fantasma de la repetición electoral.

 

¿Qué lo podría evitar? De entrada, que se hicieran realidad los sueños de Feijóo y el PSOE se abstuviera en la investidura, pero como todo sueño húmedo, este también parece irrealizable. Sin duda, era el escenario posible con un Pedro Sánchez derrotado, pero Sánchez ha demostrado su mítica resiliencia y ha tenido unos resultados muy notables en una contienda que auguraba su fin, de forma que no tiene necesidad de inmolarse. También podría haber el milagro de un PNV que aceptara la alianza con el PP, pero Vox lo hace muy improbable, de forma que, descartadas las dos opciones del PP, la otra es la conocida: una alianza múltiple del PSOE, que incluiría la abstención de Junts. Es decir que todos los caminos van a Waterloo, y esta es la pesadilla compartida de los partidos españoles. Si algo fue notable la noche electoral es justamente esta: la cara que pusieron los comentaristas españoles, cuando descubrieron que Puigdemont tendría la clave. ¿Cómo es posible que el hombre más odiado de España, sea el que la puede salvar de la inestabilidad? Cosas de la grandeza de la democracia, que dirían los cursis. Con un añadido notable: la sangría que ha sufrido ERC por haber apoyado al PSOE no se ha visto compensasda por su utilidad política, dado que los socialistas dan por sentados los votos republicanos, mientras que los de Junts se los tienen que ganar.

Sea como fuere, Junts está en el centro del debate español y el teléfono rojo marca a Waterloo. A partidr de aquí se prevé una presión mediática ingente sobre Puigdemont, a quien convertirán en el culpable de todos los males: el mal de unas nuevas elecciones; el de no parar a Vox; el de que gobierne la derecha reaccionaria, etc... Cómo si Puigdemont no fuera la víctima sino el responsable de que en España haya una inmensa marea reaccionaria. Es cierto que el momento es de oro para hacer alta política, y que el antecedente Pujol da claves para conseguir peces gordos en momentos de aguas revueltas, pero ni la situación catalana, ni la del Puigdemont tiene nada que ver con los tiempos convergentes. En cualquier caso, no deja de ser curioso que los mismos que lo han denostado durando años, ahora le pidan “grandeza” política.

La cuestión es simple: ¿por qué tendría que facilitar Puigdemont la investidura de Pedro Sánchez? O, más complicada: ¿qué tendría que poner encima de la mesa? De entrada es un hecho que Junts no regalaría sus votos, como lo ha hecho ERC, y que el listón sería muy alto. Pero antes de saber qué pediría, hay que preguntarse si tiene lógica que el PSOE le pida nada a un líder político al que hace años que maltrata de manera pública y notoria. El PSOE ha espiado, perseguido, reprimido, despreciado y amenazado al presidente Puigdemont, además de utilizarlo como perverso cebo electoral, y para remacharlo, acaba de robarle la alcaldía a Xavier Trias en un pacto con el PP, bajo el lema que había que parar el independentismo. ¿Cómo es posible que el PSOE considere que Junts no es un partido legítimo para gobernar Barcelona, y en cambio lo sea para que gobierne él en el Estado? ¿O cómo lo es que considere a Puigdemont un tipo de delincuente despreciable, y ahora sea bueno para hacer presidente a Sánchez? Algo inmoral hay bajo tanta hipocresía, y es esta imoralidad la que hace muy difícil la mínima voluntad de pacto. Puigdemont tiene motivos para poner el listón muy alto, y Sánchez está atrapado en la criminalización que ha hecho de su oponente, de forma que parece un diálogo imposible. Con un elemento que Sánchez no tiene en cuenta: Junts se debe a sus votantes, y sus votantes no entenderían que Puigdemont hiciera un Junqueras. En todo caso, es Sanchez quien tiene la responsabilidad de conseguir el pacto, y no Puigdemont, y aquí el orden de los factores sí que altera el producto.

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