27/Apr/2024
Editoriales

¿Qué crees que pasó?

Marzo 22 de 2008: Muere en Monterrey a los 81 años de edad el arzobispo de Monterrey y cardenal Adolfo Suárez Rivera. Fue originario de San Cristóbal de las Casas, en donde aprendió sus rudimentarias letras, para después abrazar la vida sacerdotal estudiando en el Seminario de esa misma ciudad, para luego continuar en el Seminario de Guadalupe, en Nuevo México, además en la Pontificia Universidad Gregoriana y el Pontificio Colegio Pio Latinoamericano de Roma, obteniendo la licenciatura en Teología, ordenándose sacerdote en esa ciudad sede del Vaticano. 

Ya en su tierra, fue director espiritual del Seminario de San Cristóbal de las Casas, y oficial mayor de la Curia diocesana. En 1962 fue a Santiago de Chile para prepararse en el Instituto Catequético Latinoamericano. A su regreso fundó la Academia ‘fray Matías de Córdova’ en ‘Sancris’ para estudiantes de leyes. El papa Pablo VI lo nombró el día 14 de mayo de 1971 obispo de Tepic y fue consagrado por el arzobispo Carlo Martini, delegado apostólico en México, participando con esa calidad en la III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Puebla de 1979. El papa Juan Pablo II lo nombró obispo de Tlanepantla en 1980; y obispo de Monterrey en 1983.

En nuestra Ciudad anexó la Curia a la Catedral Metropolitana de Monterrey, edificó el actual Seminario Mayor en Ciudad Juárez. Fue quien convocó al Primer Sínodo de la Arquidiócesis, y promovió la creación de la Diócesis de Nuevo Laredo. Apoyó al presidente Carlos Salinas de Gortari para las reformas constitucionales de los artículos 3º y 130 constitucional para la restauración de la Libertad Religiosa en el país. en este tiempo vivió su mejor momento político, pues como chiapaneco de nacimiento, su opinión era muy importante respecto al levantamiento del EZLN en su tierra.  

El papa Juan Pablo II lo designó cardenal en noviembre de 1994.

Conforme lo establecido por el reglamento eclesiástico el 25 de enero de 2003 cumplió 75 años y por consiguiente dejó de ser arzobispo de Monterrey.

Su muerte conmovió a la sociedad neoleonesa porque supo granjearse buenos amigos en la Ciudad, y sus restos mortales fueron sepultados en la Catedral Metropolitana de Monterrey.