Qué triste es ver a nuestro estado con tantos males juntos.
Y lo grave es que no es la excepción; mexicanos de todo el país están siendo hostigados por las inclemencias sanitarias, la violencia y el consecuente crac económico.
Si abrimos un poco más el zoom veremos que Centroamérica y el Caribe están peor aún, pues sus hijos migran hasta nuestra tierra con la ilusión de luego pasarse a Estados Unidos, pero nosotros sabemos que la gran mayoría de ellos se quedará a vivir aquí.
Nuestros aspirantes a migrantes -los nuevoleoneses-, al menos salen de sus casas a intentar mojarse las espaldas; pero su piso es techo para los que vienen del sur.
Entristece ver a muchos pobres de pobreza, es decir, de pobre autoestima; y a ricos de sobre estima apoyada sólo en su riqueza económica.
Lo peligroso de perder la autoestima es que así el universo se confabula en contra, y quien se sobreestime terminará por entender sus limitaciones, pero con las narices rotas.
Porque se es pobre no al tener la despensa vacía, sino el alma; y más pobre si la tiene medio llena de rencores inducidos con discursos de odio.
Necesitamos encontrar soluciones a los problemas diversos que generan efectos similares.
Unos están gordos por la ingesta de comida chatarra, y otros por exceso de manjares.
Los primeros combaten su problema pasando hambres, y los segundos pasando por el quirófano.
Aún así, hay pobres con ánimo que se disfrazan de ricos, vistiendo ropa pirata que dura sólo un par de lavadas; y ricos atemorizados que visten de mezclilla prelavada con girones, para disfrazarse de pobres.
Ni los unos ni los otros logran su objetivo, pero debemos encontrar una salida a esta nefasta trampa de tristezas y confusiones so pena de que se diga que Fuenteovejuna la construyó.
Y eso sería la verdad, porque los culpables somos todos.