14/May/2024
Editoriales

Las abundancia de mentiras oficiales

 

 

 

 

 

Mentir ya es común entre los gobernantes actuales. En estos tiempos a nadie extraña que el oficialismo dictatorial dé datos, fechas y consignas que no correspondan a la verdad. Los dictadores perpetran tan abominable práctica porque los gobernados temen protestar. Pero esta práctica no es nueva, ejemplos sobran, como el del dictador ruso Josef Stalin quien repetía una y otra vez durante la Segunda Guerra Mundial que todas las armas con las que sus soldados combatían eran de fabricación rusa.  

Entre las tropas y la población había cierta indulgencia a las mentiras del dirigente, no porque fueran tontos, pero les daba temor protestar por ello. 

A guisa de ejemplo, cuando la ayuda norteamericana llegó al frente de guerra, consistió en miles de Jeeps que apoyaron mucho al frente ruso, y Stalin convenció a la tropa que ‘Willis-Overland era una ciudad secreta’ en Siberia y que allí los fabricaban. 

Pero cada vez tenía que mentir más y más. Porque Estados Unidos decidió colocarle a las armas y los vehículos norteamericanos un rótulo discreto que decía USA. 

Para empezar, Stalin instruyó a su gente de confianza borrar esas tres letras de los tanques y camiones. Cierto que para esto ayudaba la falta de cultura de sus soldados, pues muchos no sabían leer ni escribir, pero no todos, y los que sí entendían hacían comentarios discretos de la realidad. 

Pero luego, al terminar la guerra, una vez tomada Alemania, los rusos persiguieron por toda Europa a los soldados nazis, y la población de Polonia, Rumanía y Hungría, le platicó a los soldados rusos que los tanques y las otras armas que ellos usaban venían de Estados Unidos, es decir del ‘asqueroso capitalismo’. 

Ante ello, el dictador Stalin, que era vivísimo, dio instrucciones para que se dijera que no, que USA quería decir en ruso ‘Ubiyat Sukensyna Adolfa’, que se traducía como: ‘Mata a ese hijo de puta de Hitler’. 

Esta versión fue la oficial y aunque muchos ya sabían la verdad, que los armamentos eran originarios de Estados Unidos, callaron por temor, pues Stalin en sus discursos decía una y otra vez que la Unión Soviética no necesitó de ayuda exterior para derrotar a la Wehrmacht.