16/May/2024
Editoriales

Cuentete. El destape

 

En los años cincuenta el destape del candidato a alcalde estaba listo. El local repleto de gente, y el presídium, una lindeza, límpido mantel color verde bandera cubriendo una mesa larga de 27 personificadores que albergaba a igual número de políticos. 

Sólo había un micrófono porque la experiencia así lo recomendaba, pues en cierta ocasión había tres, pero un espontáneo tomó el de la orilla “destapando” a uno de los aspirantes. Se desató tremenda lluvia de improperios en contra del destapado, porque la gente creyó que estaban madrugando al “bueno”. Y se tuvo que suspender el acto debido a que el destapado sí era el “bueno”, pero luego de las descalificaciones públicas -con la prensa atenta- se tuvo que cambiar de candidato.

Casi siempre llegaban a esa “asamblea electoral” tres aspirantes y cada uno acompañado de sus seguidores quienes, al escuchar el nombre de su “gallo” aplaudían y gritaban apoyándolo, pero los otros dos grupos también gritaban… abucheándolo.

Así que ahora se sentaron los tres en primera fila y su gente atrás, sólo había un micrófono resguardado por el Conductor del programa, una persona de confianza del Delegado y jefe del evento. 

El protocolo de este “acto republicano” era claro, nadie pronunciaría ningún nombre hasta que empezara la asamblea y cuando se hiciera, el Delegado pediría silencio a todos y le tomaría la protesta.

El Delegado llegó al último -signo de gran importancia-, caminó entre la gente para que el Conductor lo mencionara y así todos le aplaudieran.

Ya para subir al presídium le dice al Conductor de la ceremonia: innovaremos el protocolo, cuando te de la señal, pides que “el bueno” se ponga de pie para que rinda su protesta.

Recuerda, nadie debe escuchar antes de mi indicación el nombre de nuestro candidato.

_Muy bien, señor así lo haré, responde el Conductor de la ceremonia.

La presión del público formaba ya un murmullo creciente y el Conductor de la ceremonia le preguntó al Coordinador qué nombre debería pronunciar, y cuando se lo dice, el murmullo y los nervios no le dejaron escuchar claramente el nombre del candidato.

Sabiendo la responsabilidad que traía en su palabra, le repregunta el nombre y el Coordinador se lo repite en tono muy bajo para que nadie lo escuche.

Así que el maestro de ceremonias -para no equivocarse- lo refrenda: ¿Juan Luis?, pero con los nervios no se dio cuenta que mientras en la mano derecha traía los papeles del guión, la mano izquierda estaba demasiado cerca, y con ella sostenía el micrófono. 

Para cuando el Delegado llegó a su lugar, saludando uno a uno a los integrantes del presídium los ¡Muera Juan Luis! ¡Fuera el fifí de Juan Luis! ¡Juan Luis, no te queremos! habían acabado con las posibilidades de triunfo, pues la prensa se encargó de que se supiera que a Juan Luis no lo querían ni los de su partido.