29/Apr/2024
Editoriales

Los Alcaldes de Monterrey. Décima novena parte

La Ciudad de Monterrey ha sido, lo es, y seguirá siendo la más importante del noreste nacional. La pregunta es cómo pudo ser eso posible si se fundó después de otras poblaciones importantes en la región, y sus recursos naturales no son abundantes, comenzando con el abasto de agua. Desde nuestra opinión, fue en esta época que hoy estudiaremos cuando el imperio español identificó a Monterrey como una ciudad confiable y así comenzó a descollar en varios rubros.

 

Francisco Antonio de Rivera y Castro, Alcalde Primero. 1760

 

Durante la segunda mitad del Siglo XVIII la corona española trataba de aplicar realmente las reformas borbónicas, y para ello envió a todos las ciudades del imperio a funcionarios que verificaran si realmente se estaban dando los verdaderos cambios.

 

Fernando VI, que reinó de 1746 a 1759, giró instrucciones para hacer visitas, entre ellas una religiosa y otra militar al noreste novohispano, conformado por Coahuila, el Nuevo Reino de León, el Nuevo Santander y Texas. La base para organizar dichas inspecciones fue la Ciudad Metropolitana de Nuestra Señora de Monterrey.

 

Muere el rey, pero el nuevo rey sigue adelante con las revisiones

A la muerte de Fernando VI, su sobrino Carlos III continuó con ese proyecto. En ese tiempo el virrey de la Nueva España era Agustín de Ahumada y Villalón, II marqués de Las Amarillas; el  gobernador del Nuevo Reino de León, Juan Manuel Muñoz de Villavicencio; y para el año de 1760 fue electo alcalde primero de Monterrey Francisco Antonio de Rivera y Castro. Como alcalde segundo, se eligió a Joseph Elías de la Garza Falcón:

 

 

“Año del Señor de 1760. En el nombre de Dios Todopoderoso y de la Sacratísima Virgen Nuestra Señora María Santísima concebida sin la culpa original, amén. En la ciudad de Nuestra Señora de Monterrey capital de la Provincia del Nuevo Reyno de León, en primero días del mes de enero de mil setecientos y sesenta años, el muy ilustre Cabildo de esta dicha ciudad habiéndose congregado como ha sido loable costumbre… votó y elegió dicho señor Regidor Provincial por alcalde de ordinario de primero voto de esta dicha muy noble y leal ciudad a el señor Don Francisco Antonio de Rivera y Castro y para de segundo a Don Joseph Elías de la Garza Falcón”

 

La elección del alcalde Francisco de Rivera y Castro

Francisco Antonio de Rivera y Castro pertenecía a una antigua familia de reineros dedicados al comercio y la ganadería. Su elección fue una buena decisión, pues ya había ejercido varios cargos en el Cabildo, como regidor, procurador síndico y mayordomo (tesorero), es decir, ya tenía lo que ahora llamamos oficio político.

 

Ante un visitador de alto nivel, la Ciudad se guapea por instrucciones del alcalde

Conforme al proyecto mencionado, el rey envió a Cayetano Pignatelli y Rubí, un mariscal de campo, es decir, uno de los jefes del ejército español, a revisar todos los presidios del noreste de la Nueva España. En preparación a la futura visita, el alcalde De Rivera y Castro ordenó que se remodelaran las Casas Reales renovando el techo de palma; consiguió -entre prestados y comprados- caballos, mulas, carretas, armamento y todo lo necesario para que el Mariscal de Campo realizara sin problemas el recorrido de todos los presidios. 

 

Llega el visitador imperial y el alcalde Rivera y Castro le brinda todo su apoyo

También se adquirieron nuevos uniformes para la milicia y se reclutaron jóvenes soldados y guías, muchos de ellos indígenas. Alojaron a don Cayetano en un céntrico caserón que se ubicaba en la esquina noreste de Zaragoza y Corregidora, en contra esquina de Las Casas Reales, enfrente de la Plaza de Armas. El Mariscal de Campo venía acompañado de un estado mayor y de un cuerpo de caballería, así que los gastos que se generaron corrieron a cargo el Cabildo de Monterrey:

 

“Manuscrito de la carta credencial del Virrey en donde el Mariscal de Campo Marqués de Rubí, Comisionado para la revista de todos los Presidios de este Reino, examine su estado, su situación, inspección a las tropas que lo guarnece reconociendo el Reglamento de precios antiguos. También, le previene para facilite todos los auxilios que necesite.”

 

Envía al mismo tiempo el obispo de Guadalajara a otro visitador, 

y lo atiende el alcalde

Ese mismo año el obispo de Guadalajara, Juan Ruiz de Colmenero, envió al obispo auxiliar Buenaventura Martínez de Tejada para una visita pastoral, con la precisa instrucción de “que deseaba realizarla con la mayor decencia y pobreza posible”.

 

Estrena La Iglesia en Monterrey una nueva mística

El obispo Martínez de Tejada se instaló en el Convento de San Andrés, en una celda regular, sin lujos. Venía acompañado de sacerdotes expertos en arquitectura, ritos, derecho y durante los siguientes cuatro años revisaron todas la parroquias, templos, capillas del Nuevo Santander, del Nuevo Reino de León y de Texas, implantando un nuevo pensamiento y forma de obrar de la Iglesia: todos ellos debían ser entregados a la Congregación de la defensa de la Santa Fe y juzgados en su caso por el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición. 

 

"Si el cura ha dejado la parroquia sin permiso, si murieron personas sin recibir el sacramento de la confesión, extremaunción, o alguna criatura sin bautismo, si faltase a su obligación de visitar enfermos, si no conducen a sus feligreses por el camino de la salvación o los ha tratado de forma soberbia y arrogante, si dicen misas en horas incompetentes, si tuviesen sospechosas compañías de mujeres o que las hayan tomado de la mano, si tienen sospechas de que es jugador de naipes, dados, si tiene tratos o negocios seculares opuestos a su estado sacerdotal, si andan de noche en actitud sospechosa, si los han visto con hábitos indecentes o legos, si han celebrado en pecado mortal o sin licencias autorizadas, si viven amancebados, si han casado personas en grado prohibido de consanguinidad sin licencia del ordinario, si son logreros comprando barato para vender caro por darlo fiado, si usan lenguaje indecente, si tienen ocultado bienes de ermitas, cofradías u obras pías, si no respetan el rito de la misa como debe de ser o no respetan a Jesús en la eucaristía, si han estado con mujeres teniendo tratos deshonestos o son sospechosos de sodomía, si han pecado contra el Espíritu Santo, si saben si ha escondido algún testamento para no mostrarlo en la anterior visita pastoral, cobre las obvenciones parroquiales por encima de lo que establece el arancel, o descuide las celebraciones por dedicarse a otros menesteres"

 

Para apoyar en sus tareas al visitador obispo auxiliar, toma el alcalde 

recursos de rentas de propiedades eclesiásticas

El Cabildo de Monterrey, dirigido por Francisco Antonio de Rivera y Castro, también pagó los gastos de la visita, pero no del dinero del erario, sino con las rentas de las propiedades de la iglesia que administraba en forma obligatoria, como ya lo habíamos visto en textos anteriores. 

 

En cuanto a los templos de Monterrey, se descubrió que la Capilla de Agua Fría Moo -en San Francisco de Apodaca- debería ser consagrada, por lo que el Cabildo de Monterrey pagó el ritual.

 

Acta de observaciones a la Iglesia Principal de Monterrey

En cuanto a la revisión de la iglesia principal de Monterrey -hoy Catedral- se hicieron las siguientes observaciones:

 

A “esta parroquia, también ordenó que al sagrario se le pusiera cortina y pabellón de tela. Además, no encontró bautisterio porque se encontraba guardado en la sacristía, junto con la concha y las crismeras de plata, todo estaba en conveniente forma, al igual que los altares y la sacristía con su inventario, aranceles, constituciones sinodales y libros de administración y de gobierno.”

 

Repara el alcalde Rivera de Castro, lo observado a la Catedral

Para cubrir las irregularidades, el alcalde Francisco Antonio de Rivera y Castro cumplió con las reparaciones y estructuras necesarias para cubrir el Sagrario (lugar donde se guarda la Eucaristía) e hizo que se instalara la pila bautismal en la entrada de la Iglesia.

 

Certifican el alcalde y el obispo Martínez Tejeda las licencias de sacerdotes

También el alcalde, junto con el obispo Martínez de Tejada, certificaron las “licencias de los sacerdotes en ejercicio en el Nuevo Reino de León” que eran:

 

“el Br. Bartolomé Molado de cura beneficiado y domiciliario de Monterrey, don Francisco Larralde de clérigo domiciliario y vicario juez eclesiástico tanto de Monterrey como de la Villa de Cadereyta y el Valle del Huajuco, don Pedro Regalado Báez Treviño al igual que Juan Bautista de Cadereyta y José Lorenzo Báez Treviño de Boca de Leones”

 

Comentario aparte merece el hecho de que el obispo de Guadalajara no revisó las “licencias” de los frailes del Convento franciscano de San Andrés, porque las órdenes religiosas no están bajo la supervisión administrativa de los obispos. Aunque trató de hacerlo, no pudo hacerlo a falta de anuencia previa de las autoridades propias de la orden religiosa mencionada. En todo caso hubiera podido hacer alguna denuncia si se presentara alguna infracción grave, pero no fue el caso. 

 

La eficiencia de la administración municipal fue la piedra angular 

del crecimiento de Monterrey

Tanto la revista militar como la visita pastoral que se realizaron en 1760 dejaron una grata impresión en las Cancillerías de la Corona. Se mostró tan buena administración en Monterrey, que se inició un reconocimiento creciente a la ciudad como el punto más importante y confiable de todo el noreste Novohispano. Esto fue elemento determinante para que en 1776, cuando se creó la Comandancia General de las Provincias Internas de Oriente, Monterrey fuera elegida su capital, gracias al antecedente mencionado.

 

Este fue el momento en que la capacidad de Monterrey 

fue descubierta ante los ojos de Madrid.

 

Ciertamente, el buen estado de la ciudad no se debía exclusivamente a Francisco Antonio de Rivera y Castro, pero sí fue gracias a sus acciones en ese año. Porque se empeñó en cumplir las instrucciones giradas, así como la capacidad instalada para atender al alimón dos equipos revisores de semejante jerarquía, mostrando tamaños necesarios para que la Ciudad se convirtiera en el centro administrativo y de poder de todo este vasto territorio.

 

El alcalde Rivera y Castro no descuidaba su obligación de gobernar bien

El alcalde además, atendió bien sus actividades normales. Como por ejemplo, las dotes matrimoniales (conjunto de bienes y derechos aportados por la mujer al matrimonio, que tiene como finalidad atender al levantamiento de las cargas comunes y que le deberá ser devuelto una vez disuelto aquel) eran depositadas ante el alcalde primero, quien las entregaba al marido una vez consumado el matrimonio, o bien las reintegraba al padre de la novia si el matrimonio no se completaba, y De Rivera y Castro lo hacía muy bien:

 

‘Pedro José Flores, vecino de esta Gobernación, otorga carta de dote por 200 pesos, a favor de doña Juana María de la Garza, vecina de esta jurisdicción, doncella, hija legítima de Asencio de la Garza y de doña Gertrudis de la Garza, de la misma vecindad. La otorga porque tiene trato contraer matrimonio con ella y "en consideración de sus gran virtud y virgindad"’

 

Francisco Antonio de Rivera y Castro vivió el resto de su vida en nuestra Ciudad, dedicado a la vida privada, satisfecho de la labor que realizó. No se tiene noticia de cuando murió.

 

 

Joseph Elías de la Garza Falcón, Alcalde Segundo. 1760

 

Descendiente de los fundadores de la ciudad, Garza Falcón fue electo alcalde segundo para este periodo de 1760. Era un terrateniente y próspero ganadero, que participaba en la vida política del Nuevo Reino de León.

 

En este año de 1760, con motivo de los visitantes reales y religiosos, la seguridad de la ciudad y de su comarca (que era su responsabilidad) se reforzó. Realizó numerosas detenciones de “vagos y mal entretenidos” que eran destinados o, a trabajos públicos, o como aprendices de algún oficio, como entenados de un maestro.

 

Juzga el alcalde segundo De la Garza Falcón, a dos jóvenes asesinos

Cabe destacar, por la curiosidad del término, que juzgó a dos jóvenes reineros que asesinaron a un vaciero en Cadereyta, pero como fueron capturados en Monterrey, aquí se les juzgó.

 

Un “vaciero” era el que pastoreaba “ganado vaciero” es decir que compraba a los ganaderos carneros castrados y los engordaba para su venta:

 

“Causa seguida en la Villa de Cadereita sobre la muerte del vaciero Hermenegildo Jiménez, ejecutada por dos muchachos, Blas de León y José Rafael.”

 

Resolvió el alcalde segundo De la Garza Falcón, un enfrentamiento 

entre dos hermanos acaudalados

 

También le tocó juzgar a un hombre que hirió a su hermano. En este caso, a ambos se les anteponía el título de “Don” por lo que es de suponerse que se trataba de gente acaudalada, y no fue una disputa familiar común, pues se asienta que la víctima fue “herido gravemente”

 

“Contra don Francisco de Elizondo, por haber herido gravemente a su hermano don Juan de Elizondo.”

 

Garza Falcón murió en Monterrey en 1780 y fue sepultado en el Valle de las Salinas.

 

 

FUENTE

ARCHIVO HISTÓRICO DE MONTERREY 

COLECCIÓN ACTAS DE CABILDO

1º de enero de 1670

COLECCIÓN PROTOCOLOS

 VOLUMEN 16 EXPEDIENTE 1 FOLIO 162 NÚMERO 63

COLECCIÓN CORRESPONDENCIA 

VOLUMEN 128 EXPEDIENTE 7

COLECCIÓN CAUSAS CRIMINALES 

VOLUMEN 2 EXPEDIENTE 274

VOLUMEN 2 EXPEDIENTE 291

Cofradías del Nuevo Reino de León, 27 de enero de 1760 (versión electrónica)

Álvarez Iza Longoria, María Teresa. La secularización de misiones y doctrinas en el arzobispado de México, 1749-1789. México: Universidad Nacional Autónoma de México Instituto de Investigaciones Históricas, 2015.