29/Apr/2024
Editoriales

Los Alcaldes de Monterrey. Vigésima primera parte

Ser alcalde de una ciudad como Monterrey es un honor y al mismo tiempo una gran responsabilidad. El titular de ese sitial político debe atender las necesidades públicas más importantes de la población, y en esta vigésima primera entrega de la serie ‘Los Alcaldes de Monterrey’ apreciaremos lo que se tenía que hacer cuando el imperio español estaba en estado de guerra en América o en Europa. Los alcaldes correspondientes a 1759 y 1762 vivieron esa eventualidad y no podían desentenderse de sus obligaciones cotidianas.

 

Antonio de Urresti, Alcalde Primero. Año de 1759

 

Antonio de Urresti -luego Uresti- descendiente de vascos de Guipúzcoa, que llegaron a Nueva Galicia (Jalisco, Colima, Nayarit) se dedicaron al comercio y las armas; con el tiempo se distribuyeron por todas partes de la América Española.

  Nacido en una familia de comerciantes, Antonio de Urresti era originario de nuestra Ciudad. Hizo carrera militar alcanzando el grado de Sargento Mayor del ejército real, y en el Nuevo Reino de León llegó a Alguacil Mayor del Santo Oficio, teniente de gobernador y comandante en jefe de las milicias del reino.

  Con seriedad y buen desempeño en su trayectoria militar consiguió que en 1759 lo eligieran como alcalde primero, junto a Nicolás de Elizondo como alcalde segundo:

  “Año del Señor de 1759 años. En nombre de Dios Todopoderoso y de la Sacratísima Virgen María Nuestra Señora concebida sin la culpa original, amén. En la ciudad de Nuestra Señora de Monterrey capital de las Provincias del Nuevo Reyno de León, en primero día del mes de enero de mil setecientos cincuenta y nueve años, el muy ilustre Cabildo, Justicia y Regimiento de ella que lo componen a saber los señores Don Domingo Miguel Guajardo Regidor y Alférez Mayor por Su Magestad, Dios lo guarde, y Teniente de Gobernador y capitán General por superior confirmación del excelentísimo señor Virrey de esta Nueva España y en la actualidad continuándola por el señor Don Juan Manuel Muñoz de Villa Vicencio quelo es propietario por el Rey nuestro señor de estas dichas Provincias, y el señor Don Joseph Alejandro Muñoz de Herrera Regidor Perpetuo y Alcalde Provincial único Capitular en el presente tiempo, para efectos de las elecciones que anualmente según loable costumbre se hacen por dichos señores. Estando congregados, votó y eligió dicho señor Provincial por alcalde ordinario de primero voto de esta dicha ciudad al Sargento Mayor Don Antonio de Urresti y por de segundo a Don Nicolás de Elizondo”

  Y precisamente en ese año estalló una revuelta indígena en Tejas. Los aborígenes usaban rifles y caballos proveídos por los franceses de la Louisiana, y la ferocidad del ataque sorprendió a los presidios tejanos. Para defensa del territorio tejano, el virrey envió tropas regulares de caballería de las provincias de San Luis Potosí, Coahuila y el Nuevo Reino de León, pero no fueron suficientes y se pidió a los alcaldes que enviaran voluntarios.

  El gobernador del Nuevo Reino de León era Juan Manuel Muñoz y Villavicencio y el comandante de Tejas (que aún no era una provincia) era el Coronel Domingo Parrilla:

  “Superior Orden del Virrey Marqués de las Amarillas al Gobernador de la Provincia en que manda se auxilien con la fuerza de hombres que pide el Coronel Domingo Parrilla al punto de San Antonio de Béjar ante el Gobernador Juan Muñoz Villavicencio.”

  Al Nuevo Reino de León le correspondió enviar cien hombres, lo que representaba un gran esfuerzo para el ayuntamiento, pues debía reclutar más soldados para no dejar desguarnecida la Ciudad. Y no paraba allí, pues debía conseguir monturas, fabricar uniformes, lanzas, espadas, dagas, arcabuces, parque, cañones, y bastimento. La Maestranza que se encontraba en el actual Barrio Antiguo trabajó de manera extraordinaria.

  Igualmente las minas de salitre del Topo Chico extrajeron grandes cantidades del producto 

para fabricar la pólvora destinada a la Guerra de Texas. Finalmente, para mediados de julio salieron las tropas reineras rumbo al Béjar a combatir a los indígenas, y continuaron enviándoles alimentos, parque y otros enseres de guerra. Hasta que los aborígenes fueron vencidos al final del año 1760, los reineros pudieron volver a sus hogares.

  “De Carta- Orden del Gobernador Juan Manuel Muñoz y Villavicencio a fin de que se alisten 100 hombres para sostener a los indios que tratan de asaltar a San Antonio de Béjar”.

  Además, en la administración de Antonio de Urresti se hicieron los deslindes topográficos  de “los Topos”; el de los Ayala, y el de los González, que ahora es parte de la actual frontera entre los municipios de General Escobedo y Apodaca.

  “Contiene el testimonio de las diligencias con motivo de la averiguación de los linderos del Topo de los Ayala con el Topo de los González, a pedimento de Nicolás Gregorio de Ayala contra don Juan Antonio Dávila ante el alcalde comisionado don Nicolás Elizondo”.

  Antonio de Urresti también mandó podar los árboles que obstaculizaban el cauce del Río Santa Lucía, y se arreglaron los puentes para el paso de tropas rumbo a Tejas.

  Como la mano de obra de los soldados enviados a Tejas hizo falta para la productividad de la ciudad, gracias a la gestión del Alcalde Urresti se trajeron granos desde El Bajío. Al término de su gestión, dedicado al comercio, Urresti vivió en la ciudad hasta el final de sus días.

 

 

Nicolás de Elizondo, Alcalde Segundo. 1759

 

Reinero de padres saltillenses, Nicolás de Elizondo había servido en las milicias contra los indios y en su trayectoria pública había sido alguacil de Monterrey, por lo que fue electo alcalde segundo.

  En su nueva responsabilidad se desempeñó bien, correspondiéndole juzgar distintos casos como el siguiente homicidio:

 “Contra Antonio de Salazar, por haber dado muerte a Pablo de Esquivel.”

  Elizondo resolvió también este otro caso, de un hombre que intentaba casarse con una niña y que luego de correr las amonestaciones (Notificación pública que se hace en la iglesia de los nombres de quienes se van a casar u ordenar, a fin de que, si alguien supiere algún impedimento, lo denuncie) huyó:

  “Sobre un individuo que desertó después de haber corrido las proclamas de matrimonio con una niña.”

  Elizondo murió en la vecina ciudad de Saltillo.

 

 

 

Pedro de Arguiñarena, Alcalde Primero. 1762

 

Pedro de Arguiñarena fue un militar de origen navarro, que pasó algún tiempo en el nuevo Reino de León, pues conforme a sus responsabilidades militares, recorría todo el noreste del virreinato. Su talante de seriedad ayudó para que, en el año de 1762 fuera electo alcalde primero, mientras que Manuel Larralde fue el alcalde segundo.

  “Año del señor de 1762 = En el nombre de Dios Todopoderoso, de la Santísima Virgen Nuestra Señora María Santísima concebida sin culpa original, amén = En la ciudad de Nuestra Señora de Monterrey capital de este Nuevo reyno de León, en primero día de del mes de enero de mil setecientos sesenta y dos años, el muy ilustre Cabildo de esta dicha ciudad habiéndose congregado como ha sido loable costumbre, que en la actualidad lo componen el General Don Antonio de Urresti Alguacil Mayor del Santo Oficio de la Inquisición y su notario Sargento Maior de las compañías milicianas de este Reyno y Teniente de Gobernador y capitán General de él y Don Joseph Alejandro Muñoz de Herrera Regidor Perpetuo y Alcalde Provincial, para efecto de las elecciones que anualmente según costumbre establecida se hace por dichos señores estando en el regio protribunal votóy eligió dicho señor Regidor Provincial por alcalde ordinario de primero voto de esta nobilísima ciudad a Don Pedro de Arguiñarena y para el segundo a Don Manuel de Larralde”

 

La guerra de los Siete Años crece al nivel global

Durante ese año de 1762 la guerra de los Siete Años (1756-1763) entre España y algunos aliados contra Inglaterra y sus aliados, subió de intensidad. Ya era un conflicto de carácter global que alcanzó los continentes de Europa, Asia y América. En América los principales enfrentamientos se dieron en el Caribe, el Pacífico sur, y  en tierra en Honduras, La Habana y la Provincia del Río de la Plata.

  La guerra tomó tal proporción que el consejero de guerra del rey Carlos III, Juachin Monserrat, ordenó a todas las provincias del Imperio proveer de enseres de guerra y castigar el comercio interior de estos artículos:

  “Bandos, Don Joachin Monserrat, habiendo obligado la necesidad, en el presente actual estado de la Guerra, contra Ingleses, a proveer de Armas, Municiones, y Vestuario, á los Milicianos de este Reyno; y conviniendo precaver la disipación, y enagenación de todo lo que, como tales, tienen a su cargo: prohibo á todas las personas de qualquier calidad, y condicion, que sean, bajo la pena de perdimiento de Alhajas, y de otras á mi arbitrio ( según los casos ) la compra, venta, cambio , trueque, ó recibo, por empeño, ó cualquier otro motivo, de los Cavallos, Vestuario, Armas, Municiones, y todas las demás cofas annexas a estas”.

 

 

Las responsabilidades del alcalde Pedro de Arguiñarena

de conseguir elementos bélicos entre los reineros

 

Fue el alcalde Arguiñarena el encargado de seleccionar a los animales que cumplieran las características para ir a la guerra, al igual que las armas, armaduras, escudos, lanzas que estuvieran en mejor estado, evaluarlas y entregar a los propietarios un vale real para que al final de la guerra les fueran pagados.

  Además era el encargado de sancionar a quienes ocultaran o mercaran con los objetos reclamados por la Corona.

  Miles de caballos y mulas de particulares viajaron de un continente al otro a participar en la guerra, pocos regresaron pero la Corona garantizaba su pago al fin de las hostilidades.

 

Además se ponía en estado de guerra a todas las provincias:

 

“Bando rubricado por el Marqués de Cruillas, en donde se informa sobre la necesidad que tiene España de apoyar a Francia en su guerra contra Inglaterra, previniendo cualquier intento de invasión, indulto o expedición inglesa contra los intereses españoles en América.”

 

Los reineros anglo parlantes eran considerados enemigos potenciales

También era preocupación de la Corona la presencia de espías, o agentes del enemigo, incluso se consideraba a los súbditos de naciones enemigas como potenciales enemigos; aquí se utiliza el curioso término de ‘inglesitos jenízaros’, que eran en general los angloparlantes o hijos de hispano e inglés.

  Jenízaro es un término en desuso que se refería a una persona nacida de padres de diversa nación, como de español y francesa, o de francés y española.

  En el Nuevo Reino de León en realidad había pocos angloparlantes, la mayoría eran ingleses católicos que huían de la persecución que sufrían por parte de los Reyes anglicanos de Inglaterra, o bien que en algún puerto habían casado con española o con español, y algunos aventureros.

  “Notifica no haber más novedades que la recaudación de una contribución en efectivo por vía de regalo a los mercaderes; pone sobre aviso al gobernador del Nuevo Reyno de León acerca de la amenaza que representan los extranjeros avecindados aquí, como los "inglesitos jenízaros".

  No hubo detenidos en el Nuevo Reino de León, solo algunas familias vigiladas que se reportaban con sus alcaldes, para verificar que no estuvieran en armas contra la corona española.

  Arguiñarena siguió al servicio de la corona y murió en Texas en fecha desconocida.

 

 

Manuel de Larralde, Alcalde Segundo. 1762

 

Reinero de familia antigua en la ciudad, Manuel de Larralde fue mayordomo (tesorero) regidor, y como alcalde segundo tuvo actividad en algunos juicios y apelaciones.

 

Maneja Larralde un incómodo caso de indulto a un asesino

Se le pidió el indulto para un asesino; no se sabe si se ejecutó la pena o se indultó:

  “Presentación de don Juan Silvestre Durán, en la que solicita la gracia del indulto por haber dado muerte a don Francisco Fernández.”

  El juicio contra un esclavo que había robado en casa habitación, en los corrales y huertas. Estos últimos dos delitos se castigaban con una pena menor, pero robar en el interior de los aposentos familiares si era severamente castigado:

  “Contra el esclavo José Antonio, por haber hecho un robo en la casa de don Andrés de Morales.”

 

Resuelve Larralde una denuncia de injurias de un padrastro contra su hijastro

Este es un procedimiento seguido contra un hijastro que faltó de palabra a su padrastro; hasta los años ochenta del siglo XX los menores podían ser corregidos en un hospicio cuando fueran “incorregibles” es decir que sus padres no pudieran disciplinarlos; en este caso seguramente que la sanción fue trabajo comunitario:

  “Diligencias practicadas contra Julián Jacobo, alias Arojo, a pedimento de su padrastro, Francisco de Arroyo, por haberlo atropellado con palabras injuriosas.”

 

Decide el alcalde segundo Larralde, un fraude contra feligreses católicos

En este caso un indio, simulando ser sacerdote o diezmero, cobró el diezmo a los vecinos Del Valle de las Salinas. Como el delito era contra la Iglesia Parroquial (hoy Catedral) La jurisdicción era Del alcalde (juez) de Monterrey.

  Si solo hubiera robado, sería un delito común, si fuera administración falsa de un sacramento, sería asunto del Tribunal de la defensa de la Santa Fe y del Santo Oficio de la inquisición:

  “Contra el indio Juan Bautista, por haber cobrado los diezmos en el Valle de Salinas.”

  Larralde vivió el resto de su días en Monterrey dedicado a la ganadería.

 

 

ARCHIVO HISTÓRICO DE MONTERREY

COLECCIÓN CIVIL

VOLUMEN 88 EXPEDIENTE 2

VOLUMEN 88 EXPEDIENTE 4

VOLUMEN 88 EXPEDIENTE 12

VOLUMEN19 EXPEDIENTE5

COLECCIÓN CORRESPONDENCIA 

VOLUMEN 116 EXPEDIENTE 4

VOLUMEN 92 EXPEDIENTE 4

COLECCIÓN CAUSAS CRIMINALES

VOLUMEN 18 EXPEDIENTE 281

VOLUMEN 17 EXPEDIENTE 269

VOLUMEN 18 EXPEDIENTE 282

VOLUMEN 18 EXPEDIENTE 283

VOLUMEN 18 EXPEDIENTE 264

VOLUMEN 18 EXPEDIENTE 287

Leyes del Toro (versión Digital)

La Guerra de los Siete Años, Real Academia de Historia (versión digital)